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Ya empiezan a colarse en mi auto los deliciosos y diversos sabores de comida latina. Le envío un mensaje a “Chima”, sin ninguna esperanza de que me conteste, pues ya para entonces me imagino cómo debe de andar ocupado con este evento, preguntándole si conoce algún estacionamiento público en el área, y sigo buscando… finalmente y después de una media hora a vuelta de rueda tengo la fortuna de pasar exactamente frente a una persona que está saliendo en su auto, dejando libre un espacio donde apenas cabe mi carro, bajo de éste y camino dos bloques largos, y cada vez me voy metiendo más en la fiesta, porque es eso, una fiesta maravillosa, donde hermanada la gente y rompiendo con el ritmo diario de la realidad cotidiana se da oportunidad de mirarse uno al otro, de sonreírse, en ocasiones de saludarse con un movimiento de cabeza, así de pronto, como en los pueblos de Latinoamérica, donde todavía saludas a gente que ni conoces…

Imagen en el “24th. St. Theatre”. Fotos del autor

CRÓNICA

Por Jorge Celaya

jorgecelaya05@gmail.com

—Desde Los Ángeles, California, exclusiva de Culturadoor.com

Día de publicación: 8-Noviembre-2022

Y ahí tienen que el día miércoles 2 de noviembre leo la invitación general que posteó el sinaloense Jesús Castaños,  El “Chima”,  en su perfil de FB para asistir a la celebración tradicional mexicana del día de los muertos que cada año realiza el “24th street Theatre” de Los Ángeles,  CA.,  la primera imagen que se cruza por mi cabeza, debido a mi ignorancia sobre los antecedentes de este festival en particular, es un altar mediano ahí en el interior del lugar y el rostro preocupado del “Chima” ahí en la puerta contando a las pocas personas que se acercan con la indecisión de quedarse o no a la celebración, así que decido hacerme presente “sólo para apoyar en lo que pueda al “Chima” y su evento”, pero cuando llego al área, la cual es en un, pero muy alto porcentaje de mexicanos, guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, etc…,  me doy cuenta de lo ingenuo que fui y me empiezo a sorprender de la magnitud del poder de convocatoria que tiene este evento que inició el teatro de la calle 24  hace 17 años bajo una propuesta del  “Chima”, y me doy cuenta de por qué las calles Hoover, y algunas otras alrededor del teatro están bloqueadas por los agentes de seguridad de tránsito de la ciudad, apoyando la organización del evento, un evento cien por ciento mexicano incrustado en el “downtown”, así que ahí estoy metido entre un montón de carros que no pueden avanzar hacia ninguna parte. A los lados de las aceras ningún, absolutamente ningún lugar para estacionarse, un danzón se escucha a lo lejos y mi ojos buscando de donde proviene esta música que me enlaza totalmente con mi tierra, me lleva hacia una rueda de la fortuna brillantemente iluminada que invita a acercarse ahí…

Ya empiezan a colarse en mi auto los deliciosos y diversos sabores de comida latina. Le envío un mensaje a “Chima”, sin ninguna esperanza de que me conteste, pues ya para entonces me imagino cómo debe de andar ocupado con este evento, preguntándole si conoce algún estacionamiento público en el área, y sigo buscando… finalmente y después de una media hora a vuelta de rueda tengo la fortuna de pasar exactamente frente a una persona que está saliendo en su auto, dejando libre un espacio donde apenas cabe mi carro, bajo de éste y camino dos “bloques” largos, y cada vez me voy metiendo más en la fiesta, porque es eso, una fiesta maravillosa, donde hermanada la gente y rompiendo con el ritmo diario de la realidad cotidiana se da oportunidad de mirarse uno al otro, de sonreírse, en ocasiones de saludarse con un movimiento de cabeza, así de pronto, como en los pueblos de Latinoamérica, donde todavía saludas a gente que ni conoces; puestos de comida por doquier pero en su debida sección, y así envuelto en ese oleaje de olores donde siento el rostro de mis ancestros,  miro hacia el estrado preparado para los músicos, cantantes  y danzantes y observo cantar una salsa cubana a una chica mexicana súper agradable y  talentosa, que luego haría subir a su mamá al escenario y presentarla como la primera voz de la original Sonora Dinamita, en cuanto la escucho tengo la sensación de que alguna vez  bailé bajo su maravillosa voz en “El California dancing club” de la CDMX o en el Mamarrumba, o en el Gran León, cuando yo viví en el ex-DF.  Siento que alguien tras de mí me observa desde arriba, volteo y ahí está esa tremenda y feliz Catrina de unos 3 metros, bailando rítmicamente la rica salsa que cantan madre e hija con una gran conexión…

 

Cementerio levantado sobre el “parking” del teatro. 

Veo una gran línea de gente frente a un camión  de comida y pregunto a alguien, qué es lo que venden, y me dicen son churros y champurrado y son gratis, mientras escucho la voz con acento guatemalteco ¨Tamales guatemaltecos de puerco¨, no acabé de tomar la decisión en que línea formarme, cuando vi ese montón de coloridas cruces  figurando un cementerio ahí justo sobre el parking del teatro, me acerco y miro que algunas están totalmente limpias, en cambio sobre otras aparece alguna leyenda escrita dirigida a alguien y/o el nombre de algún fallecido, también después el “Chima”  me diría orgullosamente, pues, repito, él es el iniciador de la idea de este evento en este lugar, que cuando se lo propuso a su jefa Debbie Devine, la respetable y premiada Directora Artística del 24th Street Theatre, así como co-fundadora del mismo; ella le dijo que no le veía mucho caso al proyecto puesto que ya tenían Halloween, entonces “Chima” le explicó: “Esto no tiene nada que ver con la forma en que se celebra Halloween, esto es diferente¨ y entonces ella le dio luz verde, para ver qué sucedía, así fue como de 500 personas que asistieron el primer año el número se ha incrementado hasta 5000 que asistieron este año que fue el número 17. Me dice el “Chima” que el punto de arranque de todo esto fue el elemento de la recreación del cementerio, retomado de una instalación que él mismo había realizado alguna vez y que la adaptaron para el mismo parking del teatro, donde ahora está, la cual se ha ido  desarrollando y expandiendo durante todos estos años hasta llegar a ser lo impactante que ahora es, y lo que conecta a la gente con este elemento, entre otras cosas, es que pueden escribir el nombre de sus seres queridos ya fallecidos, sobre la cruz o lápida y  algún pensamiento o reflexión, con elementos que el mismo teatro les provee, como colores, flores y velas.

Pude contemplar que casi el cien por ciento de los asistentes éramos latinos, aunque también pude ver a una afroamericana bailando salsa maravillosamente, un asiático grabando con su celular patinando vertiginosamente alrededor de las catrinas y catrines y una pareja de estadounidenses mirando embobados la figura de tres metros de Frida  que estaba justamente en el centro del cementerio y en medio del colorido arcoíris, símbolo de la diversidad, ya que justamente ese es el tema del festival este 2022, me comentó el “Chima”.

Un niño hindú, acompañado de su madre, que lo mira entre divertida y orgullosa, imita maravillosamente  la típica danza de “Los viejitos”, originaria del estado de Michoacán, dejándose llevar por la música y los movimientos de los danzantes, desde abajo del estrado.

Estuve platicando con el “Chima” a ratos, pues andaba muy ocupado coordinando todo y él habla del tema de una forma por demás interesante, puesto que ha vivido la experiencia de crear y seguir desarrollando esta actividad año con año junto y con el apoyo total del Teatro de la calle 24, y en sus propias palabras este evento para él es como una obra de teatro.

Antes de regresar a casa, me comí una pupusa, un taco, un elote, un tamal guatemalteco, un arroz con leche y unos churros con su respectivo champurrado, mientras escuchaba a los mariachis entonar sus típicas canciones, y la catrina en zancos bailaba frente al público con un ritmo tan feliz que parecía que tocaba el cielo. ¡Qué maravillosa sensación de que estás en México, chingao!..

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