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EUROPRESENCIAS

—Crónicas y gráficas en exclusiva—


Monjas caminando por el parque central…

El mito alemán se rompió

David Alberto Muñoz

Gelsenkirchen & Essen, Alemania.- Probablemente este fue el lugar donde más relajados estuvimos. Las mañanas suelen ser frescas, poseen un curioso aire de supuesta santidad. Sobre todo, cuando ves a un grupo de monjas caminando y disertando por el parque central de la ciudad sobre el nuevo día, cargando ciertas provisiones que probablemente no son sólo para ellas. Fue el único lugar durante toda nuestra travesía en el cual sentimos frío. Las limpias calles con sus árboles bien cuidados nos platicaban mientras los locales nos detenían para darnos una bienvenida oficial a la nación germánica.

A principios del siglo XX Gelsenkirchen era una de las poblaciones de mina de carbón más importantes en Europa. Se le llamaba: “la ciudad de los mil fuegos”, debido a la gran cantidad de combustible producido. Durante la II Guerra Mundial fue centro de producción de este mineral, por este motivo fue bombardeado por los Aliados. Actualmente Gelsenkirchen ya no produce carbón y está en busca de una nueva imagen. Por décadas ha sido una de las poblaciones con mayor desempleo en Alemania.

Después de más de una semana en Europa, ya teníamos la necesidad de lavar nuestra ropa. En España habíamos preguntado donde estaba una lavandería al estilo gringo, pero se nos había informado que casi no existían negocios de este tipo. Cada vez que alguien abría uno, lo más común era que fracasara el proyecto empresarial. Incluso, utilizando la tecnología, buscamos uno en el Internet de Barcelona, para descubrir después de andar dando vueltas cerca del hotel Vía Augusta que ya había desaparecido el mentado negocio.

Durante nuestros primeros días en esta población nos fue muy fácil caminar y reconocer nuestros alrededores. Había dos cafés Internet cerca de nuestro hotel, además de la estación del tren y algunos restaurantes que por momentos parecían estar casi totalmente abandonados.

Al ir de regreso para pasar la noche descubrimos un lugar que se llamaba: SB WASCH CENTER. Era precisamente lo que necesitábamos. Al siguiente día nos dispusimos a realizar una actividad común y corriente además de pagar mucho menos de lo que habíamos pagado en Barcelona por tres pantalones dos camisetas y dos blusas.


SB WASCH CENTER

Al estar en el lugar una mujer vestida de shorts con una sudadera blanca hizo acto de presencia. Era la dueña. Se llamaba Edilburga que significa: “protector noble”. Hablaba inglés como la mayoría de los alemanes y de esta forma logramos comunicarnos sin ningún problema. Lo más curioso del incidente, fue el ver que entró en el lugar con un inmenso perro blanco cuya raza era mitad gran danés; el susodicho traía un descomunal chupón en el hocico. Nunca en mi vida había visto tal fenómeno. Nos explicó que en Alemania es la forma en la que el animal se controla así mismo. No sé si nos causó risa, ternura o ñañaras.


Un descomunal chupón en el hocico…

II

Posteriormente viajamos a la octava ciudad alemana, Essen. Con más de 584 mil habitantes, Essen resultó ser un centro urbano donde existen muchas industrias y un colegio de arte muy importante.

En el centro turístico de la ciudad, se pueden observar a jóvenes rebeldes que al igual que muchos en todas partes del mundo visten a la usanza del rock punk, parándose frente a iglesias que celebran misas cada cuarenta minutos. Unos levantaron sus manos haciendo señas que imagino los identifican con un grupo en particular, mientras que otros ponían la cara sería o se escondían detrás de algún compañero.

También pudimos ver aristas que realizaban su trabajo literalmente en la acera de las plazas principales de Essen. Le pregunté al pintor cómo conservaba su trabajo, a lo que él me respondió:

—Every day I create new work.


Aristas realizaban su trabajo literalmente en la acera de las plazas…

De pronto escucho música nativa americana, y descubro a unos indios americanos que tocaban casi a media plaza su música además de estar vendiendo CD’s grabados por ellos mismos. Intenté hablar con ellos pero o no quisieron o no hablaban ninguna de las lenguas que su servidor pretende saber. Ni siquiera a señas, simplemente permanecieron tocando y señalaban sus grabaciones con la intención de que las compráramos.


Indios americanos…

Essen se me antojo ser una población serena, artística, en medio de un peculiar barullo. Sus estatuas ya algo oxidadas, parecían permanecer mudas ante una escena producida por algún canal de televisión extranjero donde el tema es la envidia, el desprecio y un arte bien creado. Campos improvisados de fútbol incitaba a golpear el balón mientras todos comprábamos camisetas oficiales en alguna tienda después de haber ido a comer. Todos los taxis eran Mercedes Benz, y transitaban con su muy particular orgullo alemán. Y en el centro de aquel inmenso callejón, se vendían frutas, zapatos, ropa, maquillaje y además, anunciaban fiestas para gente de más 30 años; estaban detrás de las banderas internacionales que eran recibidas dentro de Alemania con un gesto de amistad.

El mito del alemán racista y destructor de todo aquel que no entre en el patrón de sus definiciones ideológicas, despareció al encontrarme a muchas personas que muy amablemente nos ayudaban y nos mostraban con sus acciones una personalidad alemana muy lejana a lo que traíamos nosotros en la mente.

El Sr. Baldhases Hiller por ejemplo, hombre de negocios que conocimos comiendo una exquisita salchicha germana, que nos ilustró sobre aspectos no muy conocidos de su ciudad, Essen, y además, nos motivo a conocer a la gente más a fondo.

—People in Germany are more than the stereotype Americans have of us.


El Sr. Baldhases Hiller rompió el mito ante nuestros ojos.

Así, de esta forma nos perdimos entre los puestos de periódicos, las librerías, los jardines, las casas construidas frente a efigies de principios de siglo XX, que parecían de alguna extraña forma contradecir el mensaje que estábamos recibiendo.

El mito alemán se rompió ante nuestros ojos. Por eso es necesario viajar, conocer y vivir otras tierras. No todo lo podemos aprender por medio de libros. Es vital el experimentar la vida tal cual es, para poder de esta forma romper con nuestras propias fábulas.

Sí, el mito alemán se rompió.

© Fotos y Texto David Alberto Muñoz: dmunoz7@cox.net

Barcelona, simplemente Barcelona…

David Alberto Muñoz

I

Barcelona, España.- Los callejones se miraban repletos de personas. Bajo candelabros cuidadosamente colocados, seres humanos caminaban al igual que hormigas trabajando en un día normal. Hasta donde mis ojos alcanzaban a ver, hombres, mujeres y niños saturaban las avenidas haciendo a un lado incluso a los automóviles. Éstos, intentaban circular a altas velocidades en medio Peep Shows, que son más fáciles de encontrar que un Café Internet.

Un hombre cargaba en su frente una bicicleta ante las miradas curiosas de todos los turistas. Se sostenía con una sola mano sobre una de las bancas localizadas en la plaza Real, donde existe un letrero escrito en catalán que menciona la plaza Garibaldi de la ciudad de México; no pudimos evitar dentro de nuestro pensamiento la melodía de un mariachi entonando Volver, Volver, o El Rey, o tal vez Cielito lindo, que nos tocaron todos los músicos de nuestro alrededor con el simple hecho de mirarnos a los ojos.

Yo tengo el nopal en la frente a mucho orgullo.


Un hombre cargaba en su frente una bicicleta…

Miles de individuos caminaban uno tras otro con ojos de exploradores. Unos tomaban fotografías, otros hablaban incesantemente, algunos torcían la boca al moverse sobre una acera caliente no sólo por el sol, sino también por los pasos de tantos seres que con sandalias viajaban por sus senderos. Ciertos de ellos pretendían conocerlo todo, con esa rara actitud del extranjero, descubriendo nuevos paisajes, nuevas culturas, nuevos tesoros.

El ambiente era de relajación, descanso, alivio; todos nos sentábamos a las mesas colocadas estratégicamente a la orilla de la explanada, para beber algo y respirar el aire catalán, adornado por estatuas e individuos que con la mirada fija sobre el espacio frente a ellos, solicitaban unas cuantas monedas para subsistir en medio de extrañas representaciones callejeras que hacían que el intelectual se preguntara:

—¿Qué chingados quieren decir?


¿Qué querrán decir?

De esta forma, descansaban ya teniendo su tiempo bien administrado, esperando a que la gente se juntara para mostrar sus talentos, y al menos pretender, entretener a los visitantes que de pronto sentíamos muy de cerca a un sujeto que chocaba con nosotros e inmediatamente desaparecía intentando pasar por desapercibido.

—A mí se me hace que era un roba carteras.

—De seguro, en todo el mundo hay gente canija.

II

Hacía un calor de los mil demonios. Me sorprendió de sobremanera que al entrar en el mercado localizado sobre la Rambla ni una sola mosca estaba presente.

—¿Cómo le hacen?—preguntaba, mientras que todos me miraban con rostro de misericordia.

En medio de langostas vivas, camarones, tiburones recién pescados, bacalao, jamones, quesos, chorizos, fruta, vegetales, huevos de gallina, pavo y avestruz, carnes de todo tipo, junto con jugos de mango, naranja, piña o manzana, aquel lugar poseía definitivamente un aire a sofisticación europea, ya que no pudimos encontrar ningún tipo de chile, y el único maíz que se vende proviene de la Republica Dominicana.


El Mercado…

—¿De dónde sale tanta gente?—seguía yo preguntando.


Huevos de gallina, pavo y avestruz…

En las alturas de la plaza celebraban una boda muy privada, ya que al menos pudimos observar una pareja con dos o tres amigos presentes sobre los balcones, palmeras, y bajo las antenas de televisión, jurándose amor eterno dentro de esta enigmática ciudad española.

Casi en cada ventanal descansaba una retraída toalla, solitaria permitía que el viento levantara sus enaguas secándose eróticamente sobre el hierro duro de la construcción. Mientras que junto al mar, hermosas sirenas contemporáneas, hipnotizaban a los hombres débiles que nos dejamos llevar por la belleza estética. Nos gritaban literalmente después de haberles tomado una foto, y lanzaban su cigarro al aire con el trasfondo de un puerto ibérico, mientras que sonreían observando su propio cuerpo.

III

Del metro salían más personas como siendo apresuradas a entrar en una escena final del inesperado clímax de una obra de teatro escrita por García Lorca. Frente a pantallas de televisión, se trasmitía algún concierto de música popular siendo patrocinado por los seis nuevos productos españoles, que hace dos años entraron en la lista europea de denominaciones protegidas; el ciudadano catalán parece esconderse en medio de tanta bulla, escándalo y algarabía. Incluso los dueños de las tiendas parecen ser extranjeros injertados por malditas jeringas que inyectan un veneno mortal, un narcótico que mata, una toxina que enajena: el simple vivir humano.


Maquetas desde las alturas…

Desde las alturas de Barcelona se pueden apreciar curiosos apartamentos que si no lo sabe uno, pueden ser maquetas construidas dentro de una escuela de arquitectura. Diseñadas quizás por algún talentoso estudiante, que decidió representar cierto orden implantado por una ciudad que fue fundada por los romanos a fines del siglo primero, sobre un asentamiento ibérico, establecido alrededor del mons Taber, en la actual plaza Sant Jaume, que desde entonces y hasta hoy en día ha sido siempre el centro político de la ciudad.

Su estampa es por demás palpable.

Así, de esta forma, bien trazada, limpia, con sus espacios muy bien delineados, Barcelona simplemente espera a que sus habitantes regresen del centro de la ciudad, de la Catedral de la Sagrada Familia, de Santa María del Mar, de Palau de la Generalitat, de Las Ramblas, de Parc de la Ciutadella, de La Diagonal, de Porta de la Pau, de la Vila Olímpica, del mar o del otro lado del océano, para incitar el canto que junto con sus chimeneas, plantas, bardas, sombrillas, cables y pasto artificial, logra gritar a garganta abierta, mostrando al mundo su presencia como entidad humana y latente, dentro del corazón de todos aquellos que la visitan.

Barcelona, simplemente Barcelona…


Muñoz y su familia en Barcelona

© Fotos y Texto. David Alberto Muñoz


Mujer pidiendo limosna en Barcelona, España

Los mismos derechos, al menos en teoría

David Alberto Muñoz

Europa, verano del 2006.- El fenómeno de la inmigración ilegal no es exclusivo de los Estados Unidos de América. En nuestra estancia en Europa durante el verano de este año, pudimos observar más de cerca la migración ilegal del continente europeo. En Madrid solamente, se estima que existen decenas de miles de personas indocumentadas. En París, este año, unos 50,000 manifestantes protestaron en contra de la política del ministro de Interior, Nicolas Sarkozy. En Inglaterra, el Ministerio del Interior de Gran Bretaña ya ha propuesto a principios de este año al parlamento una serie de medidas legislativas para deportar inmigrantes indocumentados a un ritmo de 2,500 por semana. No se conoce exactamente el número de personas, pero el Ministerio estimó que hay cerca de un millón y planea enviar de vuelta a sus respectivos países a cientos de miles de ellos. Por su parte, Alemania también se encuentra batallando con una contrariedad que afecta al mundo entero, la fuga de individuos que por necesidad económica prefieren arriesgar sus vidas y lanzarse al mar literalmente con la esperanza de alcanzar una vida mejor.

Todos estos susodichos, provienen de todas partes del mundo, África, India, Pakistán, Turquía, los Balcanes, el Medio Oriente, pero también de América Latina, estos individuos se encargan de sostener la economía al igual que todos los indocumentados en el imperio rojo azul. Son en su mayoría gente trabajadora que intenta subsistir de la mejor manera posible.

En Overhausen, Alemania, tuvimos la oportunidad de conocer a dos inmigrantes turcos que hace ya más de 20 años viven dentro de la comunidad alemana. Izmir y Tekeyán son dos hermanos que parecen ya haber echado raíces en el continente europeo. Izmir trabaja en la construcción poniendo pisos y techos de casas. Platicando entre mi alemán nunca aprendido y su poco inglés, combinado con su lengua natal y frases aprendidas de los locales, me compartió que gana alrededor de $1600 euros al mes. De esa cantidad, 900 van para la renta, 300 en la electricidad, agua y servicios básicos, si se limita a 200 para la comida, eso deja nada más 200 euros para su ropa y sus cigarros así como su entretenimiento que por regla general es simplemente ir al negocio de su hermano y platicar sobre los eventos del día. Le pregunté si estaba casado, su respuesta me sonó de la siguiente manera:

—¡No, gracias a Dios!

Tekeyán por su parte ha logrado tener su propio negocio de servicio de larga distancia por teléfono. Como él mismo lo expresó, gana lo suficiente para sostener a su familia que incluye tres hijos varones, una niña, además de su esposa que trabaja vendiendo comida turca en lo que en México llamaríamos un puesto de “tacos”. Además, envía dinero a sus padres que todavía viven en la ciudad de Ankara.


De derecha a izquierda: Izmir, Muñoz y Tekeyán

De pronto. Me sentí el estar platicando con cualquier inmigrante indocumentado que vive en suelo del Tío Sam. Las mismas injusticias, la misma discriminación, el mismo abuso por parte de aquellos que simplemente tienen el poder, quizás la única diferencia es el país de origen. Del otro lado del charco los malos de la película somos en su mayoría latinoamericanos, de este lado del mar los patitos feos provienen de cualquier nación que no sea miembro oficial de la Unión Europea.

Sin embargo, también encontramos a una comunidad hispana que vive dentro del antiguo continente. En Madrid por ejemplo, descubrimos que existe un gran número de ecuatorianos que trabajan de meseros en los restaurantes. De igual forma platicamos con colombianos, peruanos, panameños, que viven manejando un taxi, o teniendo su propio negocio de curiosidades como en París, que lo que nos llamó la atención hacia este local fue la bandera mexicana puesta sobre el techo del sitio y los pesos colgados una tras otro así como un sin fin de divisas de todo el mundo.


Pesos uno tras otro

Cada vez que preguntábamos: ¿qué hacen lejos del suelo que los vio nacer? La respuesta era la misma:

—Aquí hay trabajo.

En Francia, tuvimos el privilegio de conocer a Patrick, que aunque goza del privilegio de tener papeles, nos compartió en una noche en la estación del tren St. Cloud por medio de su amigo Christophe que sí hablaba inglés, que la discriminación está vivita y coleando en Europa a principios del siglo XXI.

—¿Hay discriminación Patrick? —le pregunté. Parafraseando esta fue su respuesta:

—Sí, sí existe. Si vas a cualquier lugar la gente te observa con cierta desconfianza, simplemente por el color de tu piel. No saben nada de ti, pero se atemorizan. Creen que los vas asaltar. Si ando bien vestido, con traje y corbata gano cierto respeto, pero si voy al mismo lugar al día siguiente vistiendo simplemente mis jeans y una camiseta, el trato va a ser completamente distinto. Bueno, Christophe es otra cosa…


Gente viviendo a orillas del río Sena

Uno de los grandes enemigos de la humanidad es la pobreza, la miseria hace al ser humano realizar grandes cosas para subsistir así como lo lleva a cometer las peores acciones imaginadas. La desigualdad en nuestro mundo ha causado, está causando y causará grandes problemas. Considero que si los bienes materiales estuvieran mejor distribuidos, la condición humana en términos generales estaría mucho mejor. No perfecta, continuaríamos teniendo problemas. Sin embargo, lograríamos eliminar ciertas cosas las cuales a veces ignoramos porque ya estamos acostumbrados a mirarlas.

Durante nuestro viaje observamos los mismos fenómenos sociales existentes en el Valle del Sol, hambre, desempleo, crimen, prostitución, discriminación, explotación, desgracia humana. Gente viviendo en las orillas del río Sena, mujeres pidiendo limosna por las calles de Barcelona, hombres orinándose frente a un café en las afueras del palacio de Versalles, agentes de la ley revisando papeles en las estaciones donde transita el Euro-Trail, así como cientos de miles personas que día a día trabajan e intentan sobrevivir en medio de un mundo que hemos heredado definitivamente en el oeste del planeta. Esa tendencia aristócrata que divide a las personas entre: “ellos y nosotros”.

Los humanos no somos iguales, pero sí tenemos los mismos derechos, al menos en teoría.

© Texto y fotos David Alberto Muñoz

david.munoz@cgcmail.maricopa.edu

El otro lado de París

David Alberto Muñoz

I

Paris, Francia.- Eran ya más de la las doce de la noche. Llegamos a la estación Garet du Nord, y simplemente con nuestros instintos de chilangos abordamos el metro una vez que procuramos descubrir hacia donde nos dirigíamos.

La ciudad parecía estar dormida con los ojos abiertos. Poseía un aliento a café con leche servido a primeras horas de la mañana. Infinidad de personas todavía viajaban entre las venas urbanas descendiendo por inmensas escaleras que se me figuraban ser la entrada al mismo infierno. Todos iban a gran velocidad metiendo y sacando boletos, haciendo cambios que nos tomó cierto tiempo entender. En ciertos lugares de Europa necesitas tu boleto no sólo para entrar sino también para salir.

Era la parte intermedia de nuestro viaje, la gente nos observaba con cierta curiosidad. Mi hija y yo íbamos vistiendo una camiseta de Brasil y como somos morenitos muy probablemente pensaron que éramos brasileños.

Nuestras expectaciones crecían paso a paso. Por momentos nos emocionábamos de sobremanera al escuchar otro idioma y probar un pequeño trago de una cultura que tal vez está muy glamorosa en nuestra mente por la imagen dada por Hollywood.

Cada vez que miraba el mapa me daba la impresión de estar viendo un plano distinto. Todo como que está volteado en Paris. Hay muchas líneas del metro además de trenes que viajan no sólo por el centro de la ciudad sino por las afueras de la misma. Persan Beaumont, La Défense, Charles de Gaulle, Magente por mencionar sólo algunas de las paradas. Viajamos hasta Versailles Chantiers, ya que nuestro hotel estaba cerca del Palacio de Versalles. Cuestión que al hacer la reservación no nos importó. Sin embargo, al llegar a una capital desconocida a altas horas de la madrugada representó quizás el primer verdadero obstáculo que experimentamos.


Mirita Muñoz apoyando a Brasil

Después de viajar por más de cuarenta y cinco minutos llegamos a Saint-Cloud. Una muchacha se acercó a nosotros para informarnos que Francia jugaría contra Brasil en la próxima eliminación del mundial. Sonreí casi por obligación y volteé hacia mi izquierda, y fue cuando la vi, la torre Eiffel, brillando como si estuviese teniendo un orgasmo en medio de una noche del mes de junio cuando habíamos decidido entrar en sus propias entrañas. Derramaba su simiente de acero sobre cada uno de los seres que viven bajo su manto. Mientras que los turistas simplemente quedábamos hipnotizados con tal recibimiento. De pronto pensé:

—¿Dónde chingados estoy? Ya se me había olvidado.

II

Íbamos sudando, cada uno de nosotros cargaba una maleta. Deseábamos ya llegar a nuestro hotel. Sabíamos que teníamos que ir a la estación del tren La Verriere, pero cuando le preguntamos al encargado de los boletos no dijo que ya había salido el último tren hacia allá.

A señas, ya que mi francés no es de lo más bueno que digamos, le dijimos que si no nos hacía el favor de llamarnos un taxi. Siempre había escuchado que la gente de Francia era muy sangrona, que no les gustaba hablar inglés y que de plano te ignoraban si no les caías bien. Pues en este viaje desmitificador cayó un mito más. Aquella persona que junto con su compañero que más tarde se convirtió en nuestro ángel de la guardia, Patrick, pasó más de media hora intentado conseguir un taxi para que fuera por nosotros a recogernos frente a la estación Saint-Cloud, ya siendo más de la una de la mañana y estando ellos saliendo de su trabajo. No pudimos hacer otra cosa que agradecer con todo nuestro corazón aquella acción de humanidad que fue el principio de una sencilla mas a la vez profunda lección; los humanos debemos ver más allá del estereotipo. Existen buenas personas en todos los rincones del mundo, personas que sin interés ayudan al prójimo, así como gente gandaya que nada más quiere joder.


Patrick Adji y Muñoz en la estación de St. Cloud

Patrick nos encaminó al lugar donde nos recogerían en diez minutos. Era un hombre joven, corpulento, de ancestro africano, trabajaba como guardia de seguridad en la Red regional lle-de-France. Posteriormente descubrí que su padre había inmigrado cuando él tenía apenas cuatro años de edad a Francia. Iba con su perro que vestía un bozal y esto le daba más presencia al animal. Entre paréntesis, son muy educados los animales en el continente europeo, tema de otra crónica.

Se despidió atentamente y nosotros ya cansados esperamos a que arribara nuestro medio de trasporte.

III

Empezó el taxímetro a ocho euros. Ya cuando vi que tomaba en dirección a una carretera me dije a mí mismo:

—Esto me va a salir un brazo y una pierna.

Y así fue, por otros cuarenta minutos un joven taxista nos llevó por las carreteras de Paris desde Saint-Cloud en dirección a Rambouillet, salida the Forum, detrás de Castorama, que resultó ser como un Home Depot, era un centro comercial que estaba muy oscuro y de pronto nos preguntábamos:

—¿Dónde diablos nos metimos?

Finalmente llegamos al hotel Akena. Todo el chiste me salió en cuarenta nueve euros con diez y siete centésimos. La verdad me dolió el codo.

Bajamos nuestras maletas para descubrir que era un hotel donde se registraba uno solito. Nadie estaba detrás del mostrador. Para poder entrar al lobby del hotel teníamos que poner un código que mostrara que teníamos reservación. ¡En la madre! Pasamos otra media hora intentando simplemente entrar cuando de repente un chavo sale con su novia y nos abre. ¿Qué estarían haciendo? Al menos adentro no estaba tan frió como afuera. Intentamos usar el teléfono y llamar al número de emergencia del hotel que traíamos pero ni eso funcionó. Una grabación nos dijo en un inglés medio malón:

—If you need more assiatence call between 9-11 am.

Total, acabamos riéndonos de tan absurda situación, habíamos viajado más de 6 horas desde Overhausen, Alemania, para encontrarnos en Paris cerca de las tres de la mañana siendo forzados a esperar hasta la mañana siguiente en la que pudiéramos ver un ser de carne y hueso que pudiera corroborar nuestras reservaciones.

III

Dormitamos en medio de risas reviviendo nuestro último viaje. A las cinco de la mañana de plano decidimos ir a caminar y fue cuando descubrimos un Paris del cual nunca se nos había hablado; solitario, huidizo, evasivo, pero sí poblado por un callado charlatán parisiense que en medio de hermosas viviendas con balcones adornados de flores, permitía que un sol muy mañanero sacudiera lentamente a la ciudad francesa, que con sus calles bien alumbradas nos permitía ver una imagen que iba más allá del diario turistear. El rocío de la mañana caí sobre las veredas mientras que en la acera había una línea para bicicletas y mi hija disfrutaba mucho de la aventura.

Así lentamente pudimos observar a otro Paris despertar. Una metrópoli con su rutina de un sábado por la mañana. Su gente madrugadora corriendo por sus avenidas que por momentos parecían no percatarse de nuestra presencia. Las amas de casa iban al mercado de la esquina donde se celebraría un evento en honor al suburbio de Coignieres. Las familias peleando detrás de balcones donde se podían observar toallas colgadas. Los negociantes dedicados que desde temprano ya estaban preparando pan en sus panaderías que por cierto, olía a gloria, sin poder faltar la parejita que no pudo hacer el amor durante la noche anterior, y ahora, simplemente se resignaba a caminar por las arterias de una ciudad que nos miró directamente a los ojos y por poco ignora nuestra presencia.

Era el otro lado de Paris.


Muñoz frente a la entrada del suburbio de Coignieres

© Fotos y texto David Alberto Muñoz

david.munoz@cgcmail.maricopa.edu

Así te sentí Madrid… madre patria

David Alberto Muñoz

I

Madrid, España.- Eran las nueve de la noche. El sol alumbraba todavía nuestros cuerpos mientras bebíamos un café en uno de tantos lugares en la capital madrileña. Los lugares se nos perdían en la mente, la Plaza Mayor, con la cual Felipe III añadió prestigio a su reinado. El Palacio Real donde Carlos III, vivió, inaugurándolo en 1714. El famoso Museo del Prado, construido en 1785 para albergar el museo de ciencias naturales, y nos cuentan que sirvió de arsenal durante la Guerra de Independencia, y en 1819 fue inaugurado como museo de pintura. La Fuente de la Cibeles que compone hoy uno de los símbolos más característicos de Madrid. La Puerta de Alcalá, en la Plaza de la Independencia. Un bello arco de triunfo, inmerso en un punto central del tráfico madrileño, fue construido por Francisco Sabatini en 1778, en conmemoración de la entrada en Madrid de Carlos III.


Muñoz y su hija Mirita frente al monumento a Cervantes

Recordé a la maestra Pérez Peralta que en cuarto año de primaria nos mostró fotos de su viaje a Europa y nos dijo:

—Antes de morirse tienen que conocer España, porque España es la madre patria.

Cada una de las lecciones de historia que habíamos tomado como estudiantes regresó a nuestra mente casi sin pedir permiso. Habíamos saltado el charco, entrado en otro mundo completamente. El mismo caminar de los españoles representaba otra cultura, sí, muy similar a la nuestra, pero sin embargo, muy alejada de las calles y avenidas por donde circulan nuestros cuerpos diariamente.

El sonido de las voces era distinto. Descubrí un orgullo muy particular en su trabajo por parte de los ciudadanos madrileños. Hablaban en voz alta, deseando no ser mal entendidos. En los restaurantes te informaban del menú con mucha dicción, como haciendo un esfuerzo en pronunciar mejor las palabras; los camareros, los gerentes, el muchacho que te traía tus bebidas, cada uno de ellos portaba el lienzo de la satisfacción de tener empleo.

Por la noche puedes caminar por las calles a altas horas simplemente teniendo precaución. Nos habían dicho que tuviéramos cuidado porque en Madrid también hay rateros. Sin embargo, pudimos ver a la policía atravesando sus rutas preplaneadas cuidando no sólo a todos los turistas sino también a los locales.

Los edificios construidos junto con callejones parecían darnos la palmadita en la espalda, mientras que una fuente cerca del monumento a Cervantes elevaba sus aguas como intentando llamar nuestra atención.

El viento comenzó a soplar y la atmósfera se presentó muy agradable. De pronto nos dábamos cuenta del lugar donde nos encontrábamos, lejos de nuestra casa, y muy cerca de una ciudad que vive con un latir distinto al que tienen las urbes en América. El Quijote continuaba peleando en contra de molinos de viento mientras que Sancho observaba las paredes pintadas con graffiti que decían:

—¡En Madrid mucho Odio y Hablar!

Jóvenes casi literalmente hacían el amor en el pasto; otros vestidos a la punk caminaban emitiendo extraños vocablos que no logré entender. Hermosas damas deambulaban por las calles con paso seguro. Y uno que otro varón llevaba puesta una camiseta que acentuaba sus músculos.

II

Finalmente la noche cubrió la metrópoli española. Los carros pasaban uno tras otro y los autobuses levantaban personas mientras algunos descansaban comiendo tapas. La ciudad por la noche cobra una muy peculiar vida. Es como el estar en otra dimensión donde el placer estético gobierna las vidas humanas. Y sus protagonistas desean perderse en la inmensidad de sus deleites. Los seres humanos se entregan noche a noche en brazos de una aventura. Sin pedir disculpas, al contrario, la vida es muy corta nos decían, no se hizo para perder el tiempo en frivolidades.

Existen una infinidad de lugares donde se complace al instinto culinario del ser humano. Se consume vino, cerveza o brandy, todo dependiendo del humor que traiga uno; es como aquel ser que se conduce por las sombras de la metrópoli española buscando refugio detrás de su propia lobreguez. En medio de discotecas, shows de flamenco, lugares donde grupos en vivo tocan merengue o melodías gringas cantadas con acento mientras los presentes se adentran en los límites de la sobriedad llenos de inconciencia, el ciudadano contemporáneo español vive sin la menor pretensión.


Las prostitutas caminan con toda calma…

Frente al McDonald’s madrileño está parte de la zona roja. Me causó risa el darme cuenta de los límites geográficos donde se practica el negocio más antiguo de la tierra, así como el descubrir que en cada ciudad que visitamos está presente el sello estadounidense. Las prostitutas caminan con toda calma, ofreciendo sus cuerpos al mejor postor. Las hay de todas las edades, desde jovencitas de no más de 20 años hasta mujeres ya maduras llenas de una experiencia que en ocasiones no es muy envidiable. Se visten de todas formas, con minifaldas o pantalones ajustados, con grandes escotes y pintadas como si fueran estrellas de cine.

Me di cuenta que todo depende del cliente y la sexo trabajadora como en cualquier parte del mundo; todo el negocio va desde ochenta hasta ciento cincuenta euros, dependiendo de las cosas que el varón desee. Incluso, pude ver cómo un individuo se metió al baño para permanecer solamente cinco minutos y salir levantándose el cierre de su pantalón y la susodicha detrás de él con rostro de enfado.

Varias de ellas me observaban como preguntándose si tal vez sería yo el mágico cliente que les daría el dinero tan necesitado.

—¿Vives bien?—pregunté honestamente.

—Hoy día sí. Otros la verdad todo es pura puta madre.

III

Madrid es una ciudad como muchas otras, con sus características peculiares, sus manifestaciones en contra del poder, sus monumentos únicos y también sus vicios existentes al igual que en cualquier lugar donde el ser humano transita.

Es una ciudad rodeada de símbolos que representan actualmente a una cultura hispana extendida a lo largo de todo el planeta. Es la fuente de tantos chistes que hacemos los mexicanos sobre el gallego. Y de la misma manera, el español responde haciéndonos burla de la forma en la que los mexicanos decimos groserías. Es un lugar de gente trabajadora con población inmigrante enfrentando quizás los mismos problemas que tenemos nosotros en América. Es un sitio donde se prefiere dar culto a la alegría. Donde todos los días es un día de fiesta mientras que la metrópoli envejece con su sabia desnudez. Desentierra sus propios complejos para ir más allá de su propio significado. Averigua sus propios latidos mientras día con día atraviesan por sus calles millones y millones de personas conociendo su sensible interior, su verdad palpable, su jactancia muy humana y su incomprensible testimonio a la compleja experiencia humana.

Así te sentí Madrid… madre patria.


Muñoz y su esposa frente a la Puerta de Alcalá

© Fotos y texto David Alberto Muñoz

david.munoz@cgcmail.maricopa.edu


Muñoz y su familia frente al Palacio de Buckingham

Londres…un raro placer

David Alberto Muñoz

Palacio de Buckingham, Londres Inglaterra.- Inglaterra se desmitificó ante mis propios ojos. La influencia europea definitivamente va más allá de las lecciones de historia. La realidad de una simple experiencia personal rompe cualquier patrón, cualquier expectación; el poder estar literalmente en lugares que sólo conocíamos por medio de libros y platicas de intelectuales sangrones, desaparece al ver que el ser humano es simplemente eso, un efímero animal en busca de significado. Si acaso el continente antiguo posee mucha historia, es simplemente una historia exaltada por las tendencias euro centristas que permanecen en América. No obstante, el común vivir humano no permite observar mayores movimientos que el simple respirar de seres que al igual que todos nosotros, nos creemos ser los individuos más chingones de todo el planeta. Londres brillaba literalmente. Hacía mucho calor. Después de haber atravesado sus edificios con balcones que anunciaban puertas rojas en cada vivienda, vi sobre las construcciones de ladrillo, avenidas cuidadosamente edificadas con estatuas de reyes cuyo nombre no logré escribir en mi libreta sólo por estar tan emocionado que simplemente lo olvidé. Pasamos por un restaurante que se llamaba: The Sherlock Homes Restaurant. ¡Cómo evitar el ver la figura del detective y el doctor Watson detrás del humo de la pipa resolviendo el crimen del siglo! Nos detuvimos para al menos beber una Guinness y tener que contarles a nuestros nietos. Vi una pareja que caminaba frente a nosotros. El hombre traía una camiseta que decía: Chandler, Arizona. Sin pensarlo le pregunté:

—Are you from Arizona?

—Yes! Are you?

Es curioso lo que un océano puede producir en los seres humanos. De inmediato nos comunicamos como si fuéramos viejos amigos.

—Of course I am! I teach in Chandler-Gilbert Community College.

—My wife teaches in the University of Phoenix!

—Small World!

Una vez que la euforia desapareció, dos extraños frente a frente pretendíamos platicar lanzando frases vacías, sin sentido, tan sólo procurábamos mantener un poco de coherencia ante el descubrimiento que no éramos los únicos que habíamos desafiado la distancia; habíamos alcanzado a estar detrás de una ciudad donde la efigie de Eros permanece altiva en el llamado: Piccadilly Circus. Cruzamos por Her Majesty Theatre, Theatre Royal Haymarket, y por poco compramos boletos para ver a Juliette Lewis que estaba presentando la obra de teatro: Fool For Love de Sam Shepard. La ciudad me coqueteaba sutilmente mientras mis ojos se deleitaban con las femeninas figuras de seres que habían decidido mostrar sus piernas sin ningún complejo, todo lo contrario, parecía ser la fuerza del sexo femenino que desea controlar al varón en toda la extensión de la palabra.

—¡Ay David tú y las piernas! Estás obsesionado—me regañaba mi mujer.

II

Llegamos finalmente al palacio de Buckingham. Ya se nos había advertido que era mejor llegar temprano y conseguir buen lugar. El Cambio de Guardia tiene lugar en la parte delantera del Palacio de Buckingham y lleva realizándose desde 1660. Los guardias que provienen de los cuarteles de Wellington, son acompañados por una banda. Este desfile es una de las atracciones más famosas de Londres y su nombre original se dice que era “los guardias y sus caballos”. El desfile dura alrededor de 45 minutos y sólo se celebra cuando el tiempo lo permite; si llueve, el desfile no se lleva a cabo. Esperamos pacientemente. La gente llegaba y llegaba pero nosotros nos afirmamos a nuestros “asientos” de primera fila. Los soldados se miraban a distancia con esa característica de no moverse sólo cuando les es necesario. No logré realizar mi sueño de hacerle cosquillas a uno de ellos de cerca, ya que la reina estaba presente en el castillo, y se nos informó que si la bandera estaba elevaba su majestad estaba dentro del lugar. Escuchamos música a nuestro alrededor. De las afueras del palacio se acercaba una banda tocando piezas medio militares mientras que los soldados dentro del palacio se movían haciendo “zapatitos” causando risa entre el público. La multitud ya arribada volteó y de inmediato las cámaras comenzaron a dispararse. Jinetes montaban sus caballos con orgullo bajo el manto de la bandera del Reino Unido. El palacio de Buckingham es la residencia oficial de la monarquía británica. Cuando fue construido, se trataba de una pequeña mansión comprada por el rey Jorge III para su mujer, la reina Charlotte. En 1826, Jorge IV encargó al arquitecto John Nash que la remodelara y once años después, la reina Victoria se instaló en el nuevo palacio. Actualmente, en el palacio reside la reina Isabel II con su esposo el príncipe Phillip, allí recibe a dignatarios e invitados oficiales. El palacio permaneció cerrado al público hasta 1993, cuando la reina Isabel II decidió abrirlo para recaudar dinero para reparar el castillo de Windsor, que sufrió graves daños durante un incendio. Desde entonces, los turistas pueden visitarlo durante los meses del verano, cuando la reina toma sus vacaciones en el castillo de Balmoral, en Escocia. Desafortunadamente en esta ocasión la reina estaba en casa. En las salas se pueden encontrar obras de arte coleccionadas o encargadas por la sucesión de monarcas de artistas como Rubens, Rembrandt, Canaletto, y Vermeer. También se organizan exposiciones cada verano. Unas grandes puertas de hierro conducen hacia el parque de St James, uno de los parques más agradables de Londres, donde se puede caminar por entre los lagos con vistas hacia el Palacio. La banda entró por las puertas principales y se colocó del lado izquierdo, para después otro grupo de músicos vestidos con el tradicional atuendo negro y rojo se postraran del lado derecho. Por cierto, que todos cargan un cuchillo acomodado en la parte posterior izquierda, sostenido por un cinturón blanco, y del otro lado los músicos traen su música guardada que sacan dependiendo de las canciones que van a tocar. Mientras los soldados que en su mayoría eran jovencitos de no más de diez y ocho años de edad realizaban el cambio, la banda tocó un pequeño concierto que incluyó el tema de Star Wars, una pieza flamenca y una clásica. De pronto, un carro con escolta que ya se habían acomodado salió y mi esposa me dice:

—¡Es la reina!

Simplemente disparé la cámara pero no logre verla, lo qué sí pude observar fue varios Paparatzis con dispositivos más potentes que el mío, que estaban aguardando la salida de una mujer que simplemente es un símbolo para todos los ciudadanos de Inglaterra. Todo se hizo con el mayor orden y de acuerdo con el protocolo establecido que debo confesar no conozco del todo.

<III

Posteriormente caminamos por el Parque St, James, y nos sentamos a comer junto con muchos londinenses que tranquilamente reposaban sobre el pasto; y además, estaban totalmente relajados, disfrutando del hermoso clima y de una amabilidad extrema que verdaderamente me sorprendió del ciudadano inglés. Niños en grupo caminaban de la mano de adultos que posiblemente eran encargados de algún summer camp. Los guiaban en medio de familias, bomberos y policías que descansaban literalmente acostados sobre el pasto. Descubrimos en un puesto de revistas a un perrito que tenía que trabajar vendiendo periódicos, semanarios y demás, y nos causó mucha gracia. La ciudad estaba viva, su latido palpitaba mostrando que su corazón era fuerte. Infinidad de estatuas erguidas a lo largo de todo el parque nos enjuiciaban sin saber por qué. Mientras que nosotros continuábamos leyendo un librito titulado: London day by day, abriendo los ojos para no permitir que nada, absolutamente nada pasara por desapercibido. De esta forma el día llegó a su fin. Dejando sus sensuales imágenes brotadas de un Londres nunca antes conocido, pero sí vivido en toda su plenitud.

¡Ojala seas mujer ciudad recién conquistada!

Para poder acariciar tus muslos de acero

Y penetrar tu altura aún cual oculta vía

Permitiendo derramar mí ser sobre tus calles

E inventando la nueva avenida de un raro placer

Londres, eres un raro placer.

© Texto y fotos. David Alberto Muñoz

Fútbol en el mingitorio

Por David Alberto Muñoz

Gelsenkirchen, Alemania.- Nunca antes había visto tanto mexicano rumbo a un partido de fútbol. Existía en este pequeño municipio alemán tanta fiebre por el balompié que hasta en los mingitorios se podían apreciar porterías con pequeños balones listos pare ser pateados por el flujo destilado por el cuerpo humano. La población entera olía a soccer. Los pobladores locales simplemente nos observaban con cierto temor preguntándose qué es lo que íbamos hacer tanta población azteca que habíamos viajado hacia Alemania, que significa “tierra de los alamanes”—no es lo mismo que alemanes—, en referencia a uno de los pueblos bárbaros que cruzaron el río Rin e invadieron la Galia romana durante el siglo V. Despertamos temprano como ya es costumbre, aunque cuando lo pienso bien, estaba del otro lado del océano. De cualquier manera, con la inquietud que este 21 de junio del año 2006, México enfrentaría a Portugal en lo que muchos pensábamos sería la prueba de fuego del equipo nacional, nos dispusimos a estar presentes. Nos bañamos a la usanza mexicana; nos vestimos con nuestras camisetas verdes representativas de un país que posee tanto orgullo como cualquier otro, y partimos para poder ver el juego. Entre comentarios de sí se puede, la conversación giraba alrededor de que tal vez esta vez sí podríamos llegar más allá de los cuartos de final, que ha sido lo máximo que México ha logrado, y esto, cuando solamente participaban 16 equipos en el torneo. Una vez ya listos nos dispusimos a viajar hacia la población de Gelsenkirchen, ya que nuestro hotel estaba en Oberhausen, localidad a unos veinte minutos de donde se encontraba el estadio. Al salir de nuestro cuarto descubrimos a una muchacha de escaso 24 o 25 años de edad, mexicana, que con rostro casi de angustia nos dice:

—¿No me dejan guardar mi maleta en su cuarto? Lo qué pasa es que vine a una boda en París y estuve en Roma y tengo boleto para entrar al juego de hoy. No quisiera cargar todo mi equipaje. Mi amiga está en este hotel, nada más que no sé donde. El señor que está enfrente no me entiende nada. Por un momento quedamos mudos sin saber qué decir. Sin embargo, al instante nuestra mexicanidad nos indicó el ayudar a la susodicha que sacó su camiseta verde de su maleta y nos platico cómo se le había quebrado una botella de tequila que había traído para vender, y esto sucedió en una catedral italiana.

—Mejor te la hubieras tomado—expresé.

—Sí, Dios me castigo. Lo qué pasó fue que al entrar traía yo una blusa con los hombros descubiertos, un tipo me dijo algo que yo no entendí. Cuando finalmente me cayó el saco, rápidamente traté de sacar un suéter, y en ese preciso momento toda la botella se rompe en media iglesia. ¡Qué vergüenza! Creo que todavía huele a tequila.

—Bueno, es una historia para contarle a tus nietos.

Salimos juntos del hotel rumbo al lugar donde la fiebre del fútbol ardía desde hace más de dos noches. Como la anterior, cuando dos compatriotas provenientes de Guadalajara, Jalisco nos detienen en media calle hablando inglés para declararse como mexicanos y preguntar:

—¿No saben dónde hay un hotel?

—Pues si quieren nos pueden seguir al nuestro—respondimos.

Lo curioso es que como acabábamos de llegar todavía no conocíamos nuestros caminos con mucha seguridad. Los conciudadanos nos siguieron por unos cinco minutos para después mandarnos al diablo pensando que nada más estábamos dando vueltas como ellos. Bueno, ellos se lo perdieron. Todavía hasta la fecha me pregunto:

—¿Qué pasaría con ellos?

II

Poco a poco los mexicanos nos fuimos encontrando en los medios de trasporte alemán. Lentamente salían aztecas por todos lados. En el metro no se podía caminar literalmente. Para todos lados se miraban camisetas verdes, rostros morenos con el sello de un penacho sobre la cabeza, símbolo que nos identifica a lo largo de todo el mundo. Era como si medio México hubiese decidido ir a ver jugar al equipo verde, blanco y rojo. Gente de todos lados, de Guerrero, Sinaloa, Aguascalientes, Yucatán, Veracruz, Sonora, Tamaulipas, así como personas del Distrito Federal, originarias de ciudad Neza, Aztcapozalco, hasta Tepito, verdad de Dios. En mi mente no pude evitar el preguntarme:
—¿Cómo le hicieron? ¿Y cómo le van hacer para regresarse?

—Pues eso ya veremos. Lo importante es estar aquí.

El ambiente era familiar, mujeres, hombres, jóvenes y niños, cada uno de nosotros sonreíamos al ver tanto paisano. Comentábamos sobre el juego. Platicábamos de cómo íbamos a ganar. El mexicano alburero no pudo faltar:

—¡Portugal va a probar el chile nacional!

Por todas las escaleras un derrame de mexicanos fluía sin poder ser detenido. Todos unidos en un extraño y conocido momento de expectación, disfrutábamos del instante al sentir una unidad muy especial que difícilmente se logra en nuestro México. En el carro del metro casi nos detienen. Fue entonces cuando Itzel, la muchacha que acabábamos de conocer, le dice al guardia:

—Ellos son mi familia.

Y de esta manera logramos entrar en el último tren con dirección al estadio.

Ya dentro del vagón los mexicanos hacían la ola mexicana. Cantaban cielito cielo. En cada parada todos gritaban:

—¡Puto el que se suba!

Un niño de escasos seis años de edad grita de repente:

—¡Viva México cabrones!

Y la risa mexicana explota ante tal manifestación de euforia llena de un optimismo que cada uno de nosotros llevábamos impresos en el rostro. Los alemanes nada más con ojos de asustados intentaban controlar algo que ya estaba fuera de control. Pensé:

—Han de estar diciendo que con razón los gringos no nos quieren.

Lentamente nos aproximamos al lugar donde a cada segundo la tierra se vestía de un color verde, impreso en el sentir de mucha gente que con todo su corazón había viajado más de tres mil kilómetros para estar junto a su selección nacional. Individuos con el rostro pintado, enmascarados que sostenían un letrero que decía:

—¡Busco boleto, pero pa regresarme cabrones que ya no tengo lana!

Todo era euforia, alegría, optimismo, felicidad, al mexicano le gusta divertirse y no pensar en el día de mañana, lo importante es el día de hoy, tiempo presente.Llegamos finalmente al estadio. Por poco me meto como miembro de la prensa internacional. Llevaba mi identificación de prensa otorgada por Culturadoor y estuve a unos cuantos segundos de lograr entrar. La mera verdad no traíamos boletos, y tuvimos que conformarnos con mirar el juego a distancia pero eso sí, rodeados de distintas atmósferas que nos describieron cómo los mexicanos se vieron así mismos dentro de una Alemania asustada que casi a gritos decía:

—¡Ya váyanse! ¿No?

IV

Decidimos irnos a mirar el juego al pabellón puesto por Televisa. Estaba lleno de niños popis hijos de Papi que compraban barrilitos de cerveza y al instante de llegar al lugar de reunión decían:

—Hay que comprar otro ¿no?

De pronto aparece la Banda el Recodo, la mire a distancia mientras escuchaba los gritos, las groserías, las mentadas de madre, los alaridos a favor de nuestro México. Hacías conocidos de inmediato. No podía faltar el cabrón que nada más quería aprovecharse, o el borracho que hacía el ridículo, la madre de familia que aguantó parada más de seis horas, el reportero que bebía y tomaba fotos desde su palco de prensa, la pareja joven que pedía le abrieran sus cervezas ya que no tenían abre latas, los señores que de repente nos preguntábamos: ¿dónde está nuestra juventud?No se miraba nada por la gigantesca pantalla. Los presentes empezaron a gritar:

—¡Pinche Televisa, no se mira nada! ¡Pinche Televisa no se mira nada!

El ambiente enardecía cuando de pronto ciertos mexicanos perdieron la cordura y empezaron a tirar botellas, vasos y a gritar pendejada y media. Fue entonces cuando decidimos irnos a otro lugar ya que nuestra maldita herencia parece no conocer los límites de nuestra propia existencia. Caminando por los alrededores, llegamos frente a una tienda de televisores, donde un pequeño grupo de mexicanos se habían sentado en la acera de la calle para ver el juego que tímidamente estaba siendo trasmitido por un televisor de escasas 28 pulgadas. Un señor que asumo ser el dueño del local, conectó la transmisión a una televisión Plasma gigante de más de 42 pulgadas. Fue precisamente ahí cuando pudimos gritar el único gol que elevó el rostro de todos los mexicanos durante todo el mundial. Brincamos, besé a mi esposa e hija. Golpeé mis manos con mis compatriotas, que incluso estaban peleando entre ellos mismos como buenos mexicanos.

—¿Por qué somos así los mexicanos?

Una vez terminado el primer tiempo partimos en busca de otro lugar pare poder ver el desenlace del combate entre México y Portugal.

V

Arribamos finalmente a un bar localizado casi en el centro de Gelsenkirchen. Había varios compatriotas presentes y uno de ellos cuyo nombre era Alfredo, se acercó para estrechar nuestras manos y decir:

—Ojalá nos vaya mejor.

Brindamos a salud de nuestra patria. Platicamos con los locales que se portaron de gran manera. Saltamos de desesperación cuando México falló ese mentado penalti que provocó nuestra común frustración. Todos los mexicanos nos sentimos al igual que siempre, decepcionados pero sin perder el orgullo azteca con el cual debemos de seguir apoyando a todos los nuestros. Alfredo se acerca al final de juego y me dice:

—México es más grande que esto. Merecemos más.

Así, de esta forma llegamos finalmente a nuestro hotel donde de inmediato le llevamos su maleta a Itzel. A la mañana siguiente fue ella a despedirse de nosotros, y decirnos sinceramente:

—Ustedes son mi familia en Alemania.

La jornada llegó a su fin. No fue lo que muchos mexicanos hubiésemos deseado, pero al final de cuentas logramos experimentar un momento único en la compleja experiencia humana. Al final de cuentas todo pareció ser: Fútbol en el mingitorio.

© Texto y fotos.David Alberto Muñoz

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Londres…ciudad de posibilidades


Muñoz con su esposa e hija frente al Big Ben.

David Alberto Muñoz

I

Londres, Inglaterra.- Al igual que un sueño nuestra aventura de verano llega a su fin. Después de haber experimentado una semana llena de peripecias en Paris, Francia, nos deslizamos hacia Londres por medio de un tren que llega a la estación de Waterloo viajando media hora debajo del mar, para de esta forma, abrir un verde paisaje que lleva a una ciudad que nos recibió con ruido, con accidentes cada tres minutos; calles donde literalmente escriben en la acera de la carretera hacia dónde tiene uno que voltear. Me imagino que ya ha habido muchos accidentes; fue muy curioso el darme cuenta que en el oeste del planeta estamos programados para reaccionar de acuerdo con patrones ya establecidos, y aunque deseemos decir que somos muy cosmopolitas, cuando encontramos nuevas pautas instaladas dentro del diario vivir humano, nuestros cerebros juegan con nosotros mismos haciéndonos ver las cosas como realmente son, o como no lo son.

Londres fue la ciudad que más me gustó, sin menospreciar otras capitales europeas, ya que cada urbe posee su propio encanto, su propia magia que embruja a cada uno de los visitantes embriagando con sus tendencias lingüísticas, sus manierismos, su muy peculiar forma de ser. Además, cada persona que tuvimos la oportunidad de conocer durante nuestro recorrido, portaba un sello muy particular que quedó literalmente grabado en nuestras mente y corazón.

Londres me impresionó por lo cálido de su gente. Aunque suene raro, el estereotipo del inglés como un ser seco casi sin emociones despareció cuando al llegar a Earls’Court, preguntamos donde se encontraba nuestro hotel, el Garden View. Un amable inglés dijo no estar seguro. Sin embargo, tomó su teléfono cellular y llamó al hotel para preguntar la localidad exacta, y casi nos llevó a la puerta misma del lugar. Cuando creas en tu mente una imagen de alguien que no conoces, puede resultar totalmente incoherente cuando frente a ti encuentras a un ser de carne y hueso, que incluso pierden su lugar en la línea para ayudarte a comprar tus boletos del metro o tus pases por un día para que puedas pasearte por toda la ciudad.

Me sentía en una película de James Bond como personaje secundario. Observaba a gente blanca subiendo autobuses de dos pisos; casi de inmediato abordamos uno para ver desde las alturas la visión de un Londres a principios del siglo XXI, con taxis que yo pensé ya no existían por estos rumbos, casetas telefónicas donde se me figuró que Superman se cambiaría para proteger a esta ciudad capital, madre patria del imperio rojo azul; de pronto, me encontraba llamándoles a mis amigos para que pusieran un poco de dinero en mi cuenta ya que para estas alturas tuvimos que dejar de comer en los restaurantes economizando y yendo directamente a los supermercados locales que entre paréntesis, al menos en la zona donde estuvimos hospedados, estaban muy limpios y muy bien abastecidos.

En medio de sus avenidas y un tráfico medio loco, los ingleses eran como figuras del algún museo donde se exaltaba el buen gusto, la puntualidad, los buenos modales, el buen vestir, sobre todo por parte de las mujeres londinenses a quienes les gusta enseñar más su atributos físicos, cuestión que no me disgustó en lo más mínimo. Caminaban vestidas aristocráticamente elevando una altura mayor a los cánones de donde provee su servidor, cuya estatura es de sólo un metro con sesenta y ocho centímetros, si bien me va. Paseaban su sensualidad provocadora, y pese a no ser la capital de la minifalda que a mí se me figuró ser Madrid, España, dejaban que los varones nos deleitáramos con sus hermosos cuerpos. En Europa los individuos expresan su cariño con mayor apertura en la vía pública. Tantos hombres como mujeres tienen la libertad de tocarse los cuerpos en zonas que al menos en mi cultura y generación nunca lo hubiésemos imaginado. ¡Claro! Hay que tener previa autorización.

II

Una vez instalados nos dispusimos a navegar por la ciudad de Winston Churchill. Tomamos el camión número 11 rumbo a Westminster una vez que indagamos su localidad. La zona estaba construida por edificios antiguos que en su mayoría eran hoteles o residencias privadas con nombres como: Longridge Mansion. Observamos que casi en toda el área cercana al Puente de Westminster había estatuas que se antojaban ser latinas con aires griegos. Éstas, sostenían sobre sus cabezas edificios enteros mientras te miraban directamente a los ojos sin mostrar emoción alguna. Bicicletas atravesaban frente al autobús convirtiéndose así en un modo más de trasporte. En los famosos Pubs, vendían cerveza caliente o fría si uno así lo deseaba. Ya había escuchado que el británico se ríe de la forma en la que los americanos tomamos nuestra cerveza. Descubrimos que a la hora de lunchear, el ciudadano ártico, le gusta sentarse en el parque sin importar si trae ropas elegantes de trabajo. Pudimos ver infinidad de personas sentadas sin aires de formalidad a pleno sol entre the Houses of Parliament y 10 Downing Street. El clima estaba de lo más agradable. Una vez más el mito de un Londres gris, con neblina y algo de lluvia, despareció cuando al menos durante nuestra estancia, el sol brilló permitiendo que el calor acariciara nuestros rostros.

Policías montando a caballo sonreían ante los turistas que cada rato tomaban fotos. No podían faltar las fuerzas reaccionarias ante el sistema establecido. Casi enfrente del Westminster Abbey un grupo de personas protestaban con la frase: FACE OF THE ENEMY IN KABUL. Eran individuos protestando en contra de las muertes de niños en esa parte del globo terráqueo. Me acerqué intentando establecer conversación, pero parecía que nadie estaba presente. Era como un símbolo a lo que sucede día con día.

De pronto ante nuestros ojos pudimos ver el famoso Big Ben, el icono inglés quizás más conocido a nivel mundial que está situado en una torre al este de Westminster. Posee una campana de 14 toneladas instalada en 1858 y se cree, que el nombre le fue dado por el comisionado de trabajos públicos en aquella época, aunque algunos historiadores dicen que el nombre proviene de Benjamín Caunt, un boxeador de aquellos tiempos. De cualquier manera, los británicos son los únicos que tiene el privilegio de subir los 334 escalones por medio de un guía especial. Todos aquellos que no son ciudadanos del Reino Unido deben de satisfacer su deseo con tan sólo el poder mirar el monumento junto al Palacio de Westminster que también es la casa del Parlamento inglés.

III

Atravesamos entonces el Puente de Wesminster. En la esquina había un puesto de pancakes, invención inglesa de acuerdo con ciertos historiadores. Se dice que el pancake tiene una rica historia que data del año 1439. En ese puesto folclórico las muchachas encargadas ponían la pasta sobre un comal redondo muy grueso y al cocinar la masa, la ponían dentro de un vaso que después llenaban con lo que el cliente deseara. En este caso, mi hija quería uno con cerezas. Estaba muy sabroso la mera verdad. En medio del puente, pudimos ver a un escoses que tocaba una gaita. Era un hombre alto vistiendo el típico kilt, y permitía que uno se tomara fotos siempre y cuando dejara uno unas monedas a cambio. Posteriormente, ya algo retirado del susodicho, pensé en que el individuo no dejó de tocar en toda nuestra estancia sobre el puente, incluso una vez que cruzamos al otro lado. ¡Qué pulmones!

Había gentes de todas partes del mundo. Japoneses que nos pedían les tomáramos una foto. Franceses que con su lengua un tanto gutural, al menos desde mi punto de vista, se movían entre los rostros de los locales que pretendían no saber quienes estaban presentes. Una abuela con su nieto se sentó junto a nosotros a comer un helado, mientras que un inglés algo gordo, con rostro de alcohólico, encendió un puro y nos miraba directamente como pidiendo algo que nunca logré entender qué era.

Junto al British Airways London Eye tenían una exhibición de Dalí.

—¡Qué loco!—pensé.

Muchos hindúes vestidos elegantemente se desplazaban con movimientos algo torpes de acuerdo con la cultura local; mientras que los jovencitos se reunían uno tras otro para hacer sentir que el lugar era la zona de encuentro donde las voces se pierden entre gritos de insolencia, amabilidad y perplejidad.

Por aquellos laberintos también había artistas callejeros que ya sea con su música, su habilidad física o su talento oscuro, deseban vivir de alguna forma. Un hombre de más de cuarenta años de edad circulaba sobre su cabeza, y un grupo de niños de acuerdo con mi edad, tocaba o intentaba tocar música que sonaba a una mezcla del mediterráneo, Europa y el pop contemporáneo. Me hicieron recordar que hace muchos años yo también intenté lo mismo.

Al atravesar el Puente Lambeth, no pude evitar que mis ojos admiraran a una hermosa rubia que poseía aires de ser una mujer sueca. Alta, con cabello a la altura de los hombros, vistiendo una minifalda color anaranjado, portando una curiosidad que no existe dentro de nuestro continente, golpeaba mi rostro mientras mi hija analizaba cuidadosamente la escena ante sus ojos.

—Esa muchacha está bonita—expresó mi retoño—No es como muchas…

Sonreí mientras aquella hembra volteó a verme y sonrió al igual que la Mona Lisa, sin darme a entender que se estaba riendo de mí o conmigo. Así, de esta forma tan humana, vivimos nuestro primer día en el Reino Unido y posteriormente descansamos para preparar nuestros cuerpos para el día siguiente.

Londres, te sentí como una ciudad llena de posibilidades.

© Texto y fotos. David Alberto Muñoz


El cronista rumbo al mundial; Fotos del autor y archivo de Culturadoor.

Desde EuropaCartas electrónicas del escritor David Muñoz que han circulado en exclusiva
en el foro Orbis Press (orbispress-alta@eListas.net)
Del 19 al 25 de junio 2006.


Mireya y Mirita Muñoz en las afueras de Paíis a las cinco de la mañana

Mi experiencia en París no principió bien. Tuvimos que pasar la noche en la calle ya que lo de mi hotel no se arregló sino hasta el día siguiente. Pero quiero que sepan que en medio de lo que supuestamente puede ser una adversidad, todo se convirtió en una gran aventura. Mi hija y mi esposa nunca se habían divertido tanto y eso me incluye a mí por supuesto. Conocimos un París a las cinco de la mañana, otro París, muy humano y lejos del turismo, apreciamos a los franceses moviéndose a lo largo de sus rutinas, momentos y decisiones. Logramos poco a poco ir conquistando la ciudad, y el día de hoy la hemos pasado ATM. Orbipressianos, pónganse a escribir, que el día de mañana la vida se nos va. Escriban y no permitan que el pinche egoísmo humano destruya todo nuestro valioso humanismo.

Saludos desde París, Francia.

David

Ahora estoy lidiando con un tablero francés.

La gente de París se ha portado muy bien con nosotros; sin faltar por supuesto el francés mamón que se cree la mama de chita. París me recibió en una estación del tren donde de repente vi la torre Eiffel y a las dos de la mañana no teníamos hotel todavía. Poco a poco hemos ido venciendo a la ciudad. Creo que el temor a lo desconocido juega un papel importante. Pero una vez que observas la
ciudad como cualquier otra, puedes empezar a conquistar el ente urbano.
Y aparte, pudimos conocer el otro París. Hoy estuvimos en el Palacio de Versalles y le roba puntos al de España, qué majestuosidad, ente pedante que solamente deseaba tener el lugar más grande. Hemos pensado: ¿Cuál estará más grande, el inglés o el francés? Ya veremos.
Saludos a todos y en el futuro vendrán muchos textos pensados de esta increíble experiencia.

Un abrazo,
David


Al fondo La Banda el Recodo en el Pabellón Televisa.

Orbispresianos, ¡saludos a todos! El día de hoy partimos rumbo a París.
El estar en el juego México-Portugal fue una experiencia inigualable. Los alemanes han resultado ser gente muy amable, el mito de Hitler ya está desapareciendo. La parte norte de Alemania es una zona en su mayoría industrial. Ya me hice a la idea de escribir largo y tendido cuando termine nuestra aventura. Me da mucho gusto el estar viajando con mi familia, especialmente mi hija que está experimentado cosas que recordará toda su vida. Por cierto, cómo es desmadroso el mexicano, la mera verdad. Todavía traigo en la mente: “¡Portugal va comer del chile nacional!”. Un abrazo a todos. Pina, no sé si recibiste mi respuesta a tu saludo. Manuel, salud para ti y tu familia, Rafa, tenías
razón, las mujeres suecas son muy sensuales, no te enojes Eve, en fin, seguimos adelante.

Un abrazo a todos….


Muñoz y su hija comiendo unas deliciosas salchichas alemanas.

¡Saludos desde Oberhausen, Alemania! Muchas gracias, de verdad.

Perdón nuevamente, pero no le sé el modo al tablero alemán… de cualquier forma ahí les va un cachito de lo que vendrá más adelante… Este poblado se vio invadido por un sinnúmero de mexicanos que salían de todos lados. Camisetas verdes se podían observar por las calles de toda la población. Los alemanes nos observaban como animales raros, reporteros nos tomaban fotos. Yo se las devolvía haciendo lo mismo. Entre salchichas y cervezas caminamos, y por momentos, no podíamos movernos de tanta gente presente. En el metro la gente gritaba: ¡Portugal va a probar el chile nacional!
Un compatriota chilango nos dice: ¡Qué bueno que la gente mexicana se baña, sino imagínate nada más el olor a sobaco!… En fin, ya escribiré pero tengo tantas ganas que por lo menos estos reportes cortos. Por cierto, mucha gente le andaba mentando la madre al PEJE. Unos decían si gana López Obrador no regreso. Un enmascarado tenía un letrero que decía: “Necesito boleto pero para regresar a México. Ya no tengo lana”…Y la cerveza fluía y fluía y desafortunadamente algunos mexicanos no saben tomar y terminan haciendo papelitos que la mera verdad nos avergüenza a todos los mexicanos…

La policía no podía controlar tanta gente. Estaban espantados. Hoy por la mañana, Gisel, la chavita que dejó su maleta en nuestro cuarto de hotel fue a despedirse de nosotros y agradecernos el favor. Ella también nos hizo un favor cuando dijo que éramos su familia y pudimos subirnos al metro rumbo al estadio. Movida la chava, de unos 22 o 23 años de edad…

EN FIN… qué a toda madre la mera verdad, prometo que este viaje se convertirá
en un libro. Y qué gusto me da que mi hija está experimentando cosas que
recordará toda su vida…

Un abrazo a todos,
David .

definitivamente continuará…

Si ustedes hubieran tenido la oportunidad de estar presentes. En el metro, en la calle, en el estadio, un montón de mexicanos incluyendo a su servidor y a su familia. Una chavita que dejó su maleta en nuestro hotel. Una pareja que se ganó el viaje porque compró productos Gamesa, unos cuates que ayer a media noche andaban buscando hotel. Ya les contaré. Ya escribiré, me cae; fue algo increíble. Manuel, el gol lo grité con tantas ganas. Ni modo, asi es México. Aquí andamos y todavía no terminamos. Ustedes disculpen pero no se cómo poner acentos con las computadoras alemanas. En toda honestidad, la estamos pasando ATM.

Un abrazo,
David

Antonio y orbispresianos, saludos desde Alemania. A unas horas del juego entre México y Portugal. Como creo ya les he informado, mi computadora tronó.
Los keyboards son distintos en cada país, pero el ambiente está ATM. Creo que medio México se vino para acá. Mientras ustedes discuten términos la raza anda suelta en Alemania, escribiré una crónica no sé cuándo, pero esto hay que vivirlo. Salud a todos! La cerveza alemana es muy buena…

Un abrazo a todos,
David

© David Alberto Muñoz, Ph.D.
Residential Faculty Philosophy & Religious Studies
Chandler-Gilbert Community College
Chandler, Arizona
(480)732-7173
david.munoz@cgcmail.maricopa.edu


Templo de La Sagrada Familia

Barcelona en catalán

David Alberto Muñoz

Barcelona España.- Las mañanas son muy refrescantes en esta población situada junto al mar mediterráneo, donde la gente, sus construcciones y su aire de gran urbe contemporánea superan a la misma Madrid, al menos desde mi punto de vista. La ciudad se me hizo bastante cosmopolita. Sus edificios poseen un raro encanto de antaño, embrujo combinado con un modernismo muy particular que le da al ente catalán su muy peculiar característica. Todos los letreros en la vía pública están escritos precisamente en catalán y no se tarda uno mucho tiempo en descubrir su significado.

Una vez instalados en el hotel Vía Augusta mis frustraciones como escritor de principios del siglo XXI se incrementaron, mi computadora de plano tronó, se descompuso o quizás de plano no quiso trabajar por sentirse ajena ante un pueblo al cual me atrevo a dividir en dos tipos de personas, aquellas que son extremadamente amables y otras, que ni siquiera responden a tus preguntas porque no creen que sea uno digno de dirigirles las palabra. Pues como decía, creo que regresé a tiempos románticos donde el escritor escribía con papel y lápiz; compré un pequeño cuaderno donde he ido escribiendo notas, nombres, incidentes y ocurrencias de este viaje al cual ya titulé Europresencias.

Caminamos por la Vía Madrazo (no tiene nada que ver con el candidato a la presidencia mexicana) rumbo a las famosas Ramblas. De pronto se me figuró estar andando por Coyoacán, una inmensidad de negocios popis se podían apreciar, salas de belleza, de ropa de diseñador así como cafeterías, cervecerías y restaurantes y tiendas de curiosidades.

Al entrar ya en sí en las Ramblas, una multitud se hizo presente. Gentes de todo el mundo caminaban, compraban, platicaban. Por la parte central del camino pude ver a individuos ganándose la vida pretendiendo ser estatuas; una gordita con grandes senos y caderas artificiales jugaba con los paseantes intercambiando por unas cuantas monedas una foto y hasta me agarró el trasero, verdad de Dios.

Casi al llegar al puerto, unos muchachos presentaban su show de Break Dancing, haciendo una impresionante demostración de agilidad con sus cuerpos, sosteniéndose en una mano y haciendo una maroma para caer sobre la fuerza del brazo. Pensé:
“Y yo que a veces no me puedo levantar porque me duele la espalda”.

Junto a los susodichos, estaba un grupo musical que cantaban bastante bien, y en el centro de ellos, un gordito muy caricaturesco entonaban la letra de una canción original que decía: “Bush está dispuesto a matar a medio mundo en nombre de la democracia”. Se movían con mucha soltura, estaban bien afinados y además, se convertían en el centro de la atención. En su momento, la única mujer perteneciente al grupo salió para vender un CD grabado por el grupo Los Aislados o pedir una pequeña cooperación al público presente.

Súbitamente volteamos a la derecha y vimos algo que casi no pudimos creer, era un mercado catalán, mercado al estilo La Merced. Fue muy curioso el moverse entre infinidad de pescados frescos, langostas, pulpos, tiburones, junto con vinos dulces, chocolates de todas clases y no podían faltar los lugares donde pudiera uno comer, una infinidad de tapas que la mera verdad a mí se me hizo agua la boca. Lo curioso fue que quisimos entrar en un lugar que tenía las mesas llenas, y el mesero nos dice arriba hay más lugar. Pues resulta que acabamos comiendo en un restaurante de cinco estrellas. Lo curioso es que la atmósfera de afuera era el romance de comer en un mercado, pero los precios de adentro, la verdad no. De cualquier manera que sabrosa la comida, aunque ya se nos está antojando un chilito serrano en un taco de frijoles.

El mar a la distancia me gritaba con bastante desesperación, no nos habíamos visto en casi 25 años. Recuerdo que perdí un anillo de oro en estas aguas hace ya mucho tiempo. El eco de aquella frustración se me figuró ser la que estoy sintiendo actualmente al no poder escribir como estoy acostumbrado hacerlo.

Mientras la estatua de Colón apuntaba hacía el nuevo mundo, en el puerto un gran centro comercial erguido probablemente por la comunidad catalana nos hacía gastar dinero que no traemos.

Descubrí también que son muy regionalistas en Barcelona. Uno de los taxistas que nos llevo a un club local nos dijo que casi todo el mundo habla castellano pero no todos catalán; si uno desea hacer un tramite legal tiene que ser en catalán, y si no lo habla uno o más bien lo escribe, pues ya nos llevo ya saben ustedes quien.

No podíamos irnos de Barcelona sin antes visitar el templo de La Sagrada Familia. Una construcción que te impresiona desde el momento de verla.
Su magnitud es en verdad impresionante. Sin embargo el sentimiento que lo posee a uno al subir a sus alturas o el ver sus símbolos religiosos, no es el cristianismo que intenta reflejar, más bien es un mundo moderno, arquitectura basada en el árbol y círculos junto con cilindros, parece ser algo gótico combinado con algo medieval.

Más adelante escribiremos con más detalle todo el flujo de experiencias que estamos viviendo, una vez que recupere mi identidad de escritor contemporáneo.
Porque les cuento que también en Barcelona se puede vivir de noche, y madre santa, que noches.

Es simplemente Barcelona en catalán.

© David Alberto Muñoz

David Alberto Muñoz, Ph.D.
Residential Faculty Philosophy & Religious Studies Chandler-Gilbert Community College Chandler, Arizona
(480)732-7173
david.munoz@cgcmail.maricopa.edu

Puerta de Alcalá, Madrid.

Madrid, a tu salud?

David Alberto Muñoz

Madrid, España (Exclusiva de Culturadoor) Junio 15.- Ya había tenido la oportunidad de viajar

al antiguo continente hace ya muchos años, cuando era joven y bello. Sin embargo, el haber regresado a la Madre Patria junto con mi familia, despertó una visión de un letargo impuesto sobre mí por un país que llevo dentro del corazón aunque en ocasiones desee negarlo.

España es una nación viva, late con corazón gitano y además, se me antojó ser un país maduro. Su legado va más allá del cuatro a cero que logró el día de ayer en la copa mundial, y sube mucho más alto que el monumento a Cervantes quien con rostro de sabiduría hace guardia para que el Quijote y su inseparable compañero Sancho, continúen su interminable aventura a través de los siglos.

Recién llegados a territorio europeo nos aventuramos por el metro partiendo desde la estación Aeropuerto trasbordando por Goya, para finalmente llegar a Sevilla, donde a unos cuantos pasos estaba nuestro hotel, el hotel Asturias.

La ciudad me sonrió con cierta risa burlona. Sus habitantes que caminan a mil kilómetros por hora, se tomaban el tiempo en responder a mis preguntas tontas y escuchar mis lentas reacciones: ?¿Dónde está la Puerta de Alcalá? ¿Cómo llego a la Plaza España? ¿Qué es una caña? Oh, una cerveza, pues déme otra caña.

El ritmo de latir madrileño se asemeja al de sus habitantes. La metrópoli española vibra de vida en medio de la lluvia, las cervecerías, los cafés, las mesas estratégicamente colocadas en la avenida Vía Grande por donde pasan los turistas y se escuchan idiomas de todo el mundo. En los restaurantes encontré a muchos latinoamericanos que han emigrado al otro lado del océano para ganarse la vida, y sonar igualitos a cualquier local utilizando la palabra que casi de inmediato tomé por mía: ¡Vale! La gente se viste bien. Por las calles del centro de Madrid se ven hombres con sus trajes y corbatas representando al mundo de los negocios españoles, así como mujeres vistiendo medias y tacones siendo ejemplo de la mujer moderna, independiente, empresaria e inteligente, sin poder hacer a un lado su rica sensualidad, un erotismo muy europeo.

El ruido es amante constante de toda la comarca. A las tres de la mañana se puede escuchar individuos cantando flamenco, mientras uno que otro borracho se cae en plena vía pública soltando carcajadas de felicidad. Voces de niños gritan durante todo el día, que entre paréntesis es más largo que en América.
El sol se mete hasta eso de las diez de la noche y es precisamente durante estas horas cuando el pueblo de Madrid decide salir a beber vino o cerveza, y comer sus tapas con un brandy español que el mismo manager me ofreció después de haber comido una deliciosa paella frente a la tumba de Diego Velásquez.

Sin querer queriendo atravesamos por el distrito rojo y a plena luz del día se podía ver a trabajadora sexuales ofreciendo sus servicios a los interesados.
La policía revisaba las transacciones con cierto orgullo. Mujeres de todas las edades, cuerpos y condición física, así como nacionalidades estaban presentes.
Sentadas en la misma banqueta fumaban o masticaban chicle, sonriendo al menor contacto con el prójimo, que en su mayoría parecían provenir de Turquía o de algún lugar del medio oriente.

En las tiendas de abarrotes descubrí que los dueños son extranjeros, procedentes del oriente. Con sus pequeños ojos rasgados han logrado un habla muy particular.
Ni es español, ni japonés, ni chino, es una curiosa mezcla de idiomas que al final de cuentas logra arreglarlo todo al pronunciar la frase que vale su sonido en oro: ¡VALE!

En los lugares turísticos grupos de gringos se comportaban como sólo ellos saben hacerlo, con esa inconciente certeza de pensar que todo el mundo debe de ser como ellos.

Al visitar el Palacio Real y ver la sala dedicada a las armaduras, pensé en que fue precisamente este pueblo el que conquistó las tierras aztecas.
Una paradójica sensación me invadió al estar ante un lujo que muestra toda la aristocracia europea, basada en el imperio romano, intentado copiar las imágenes incluso chinas que muestran poder, prepotencia y orgullo.

Todavía hay muchas cosas que ver y hacer. Las experiencias apenas comienzan.
Pero en esta ocasión la ciudad me abrió sus brazos como si fuéramos viejos amigos. Me recibió con algarabía, con músicos que en el metro tocan conciertos clásicos y árabes vistiendo a la usanza islámica que también representan la cultura española.

Madrid, tu lengua es mi jerga, tus diptongos los utilizó en mi palabra mientras que los verbos los conjugo de la mejor manera, para lograr comunicar el sentimiento que es el pisar estas tierras y descubrir que este mundo existe verdaderamente, y que no es simplemente la creación de libros de texto o historia, que te cuentan qué pasó hace ya muchos siglos.

¡Madrid, a tu salud? otra caña!

© David Alberto Muñoz

David Alberto Muñoz, Ph.D.
Residential Faculty Philosophy & Religious Studies
Chandler-Gilbert Community College
Chandler, Arizona
(480)732-7173
david.munoz@cgcmail.maricopa.edu


Mirita, Mireya y David A. Muñoz momentos antes de volar rumbo a Europa en misión periodística, literaria y turística. Foto: Culturadoor.

PHOENIX, ARIZONA. Lunes 12 de junio, 2006.- Desde el aeropuerto Sky Harbor de esta ciudad el escritor Dr. David Alberto Muñoz se dispone a partir junto con su familia rumbo a Madrid, España en vuelo con escala en Nueva York. Como parte de la cobertura de verano de Culturadoor, Muñoz desde hoy funge como cronista viajero en Madrid, Barcelona y San Sebastián, España; en Gelsenkirchen, Alemania—sede del equipo mexicano que participa en la copa mundial—París, Francia y Londres, Inglaterra. En una travesía con duración de más de tres semanas, Muñoz cronicará el flujo turístico europeo así como los actos culturales, sociales y deportivos del mundial de futbol Alemania 2006, incluyendo el juego de México contra Portugal. Entrevistado minutos antes de tomar el vuelo, el autor precisó que observará Europa con nueva madurez—es su segundo viaje al llamado viejo continente— haciendo intentos, con la visión mexicana y fronteriza, por desmiticar el tradicional eurocentrismo cultural. Hizo una invitación a los lectores a estar atentos a este portal ya que enviará textos, crónicas y gráficas continuamente y en exclusiva. La cobertura de verano 2006 de Culturadoor incluirá además trabajo periodístico sobre la reforma migratoria en Estados Unidos desde California, Arizona y Texas así como las elecciones presidenciales directamente desde Sonora y la ciudad de México.


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