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—Remember, Giorgio, thirty dollars, ¿You know?

UN DÍA DE TRABAJO

Por Oscar L. Cordero

La viejita se estacionó en frente de Walgreens y se dispuso a bajarse de su kilométrico Cadillac. Buscó entre algunas cosas que traía en el asiento de a lado; encontró su bolso y, de entre sus curiosidades, sacó un lipstick rojo subido y empezó a tallar las arrugas debajo de la nariz hasta que apareció un manchón que semejaba un labio superior. Continuó el procedimiento un poco más abajo y cuando terminó se miró al espejo retrovisor y se maravilló:

—You still are as beautiful as ever, Margaret—se dijo.

Se bajó del vehículo y con andar pausado —debido a su edad— se dirigió hacia donde estaba un grupo de hombres que se encontraba cerca de la esquina. Margaret paró de pronto, notó que algunos hombres gritaban insultos a otros que estaban al otro lado de la calle y se detuvo a escuchar:

—¡You bunch of stinky greasers don’t have the right to be on our sidewalks asking for work! ¡Go back to your country!

—¡Cállense, gringos flojones! Después de que venimos a hacer el trabajo que muchos de ustedes no quieren hacer. ¡Bola de inútiles!

—¡Take pictures, man. We’ve got to give them to “la migra” so they know who they are.

—¿Cuál es la bronca? Nosotros sólo venimos a trabajar. Si no fuéramos necesarios nadie nos ocupaba ¿Qué no entienden, sopencos?

Margaret trataba de acercarse a uno de los hombres que gritaba en español, pero justo cuando estaba por llegar a él, el grupo de hombres se movía de lugar y el hombre se le perdía de vista.

—¡Giorgio! ¡Giorgio!—gritaba Margaret haciendo señas—¡I need you to come, please! ¡I’ve got work for you, ¡Giorgio!

El grupo del otro lado de la calle portaba banderas de barras y estrellas rojas y azules que medio ondeaban empujadas por una leve brisa que soplaba del sur. Algunos hombres cubrían sus cabezas del sol con unos sombreros color verde olivo dando la impresión de que en algún tiempo habían pertenecido a alguna rama del orgulloso U.S. Army y, por lo tanto, eran hombres de guerra.

Después de perseguir al hombre por un momento, Margaret, finalmente pudo hablarle:

—¡Giorgio! Thank God I’ve found you. Come with me, please.

—No soy Giorgio, soy ¡Gre-go-rio! ¡Gre-go-rio!, vieja carcamana.

—Yea, Gior—gio.

—¡No!, ¡Gre-go-rio!, ¡Gre-go-rio!,

—I can’t. say it.

—Vieja loca. —Let’s go to my house. I’ve got something for you to do.

—Vamos, pues. Estos racistas ya me estaban provocando un dolor de estómago del puro coraje.

—¡Don’t listen to them! Giorgio… or whatever. All they’re trying to do is piss you guys off so you guys go back to México. ¿Don’t you see?

Abordaron el Cadillac y enfilaron hacia la casa de Margaret a la que llegaron en cinco minutos, pues sólo estaba alrededor de dos millas de distancia de la esquina de la 36 St. y Thomas.

—Come on in, Giorgio—dijo la mujer, conduciéndolo hacia la cocina—I’m gonna fix you a sandwich.

—No , gracias. Dime qué es lo que quieres que haga, gringuita.

Margaret no contestó pues ya se había ido de la cocina. Gregorio se puso a observar los cuadros que estaban colgados en la pared dejando volar la imaginación con cada pintura que observaba.
Minutos después apareció Margaret metida en un sugestivo camisón que dejaba ver sus flácidas y arrugadas piernas.

—You know what I want you to do, Giorgio—dijo cantando coquetamente.

—¡No la amuele madona!—dijo Gregorio, contrariado—Ésta ya me agarró de carrito, nomás porque el otro día le di pa’ sus chicles. La otra vez me dijo que le hiciera un chupetón en el cuello y cuando se lo hice me traje en la boca medio metro de pellejos, ¡Shit! Todo sea por los treinta dólares que me da.

—Remember, Giorgio, thirty dollars, ¿You know?

—Tiene razón. Treinta dólares por un brinco de veinte minutos, después de todo no está tan mal.

—¡I’m waiting, Giorgio!

—¡Qué no me digas Giorgio! ¡Soy Gregorio!

Oscar L. Cordero es autor de Entre la Sed y el Desierto. Su libro más reciente es la colección de cuentos De mi Tierra al Espacio. Para adquirir sus obras llame: En Phoenix, Arizona: 602-977- 0406 y 602-264-5011. En Internet: www.orbispress.com.


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