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CUENTO
Por José Peters
Tiburcio y Anacleto eran primos, del mismo pueblecito. Ellos seguían las cosechas y esto los tenía lejos hasta al norte del estado de Washington. Tresaños de caminatas y de trabajo tenían. Ya tenían mucho dinero para regresar a su tierra y poner sus negocitos y comprar unas tierras de siembra. Pobres primos, los pescó la “migra” antes de salir de Tacoma. Pues los mandaron en un camión verde hasta Tijuana. Ahí los soltaron con todo y tiliches y su dinero.
Pues por fin llegaron a sus respectivas casas y tenían muchos regalos para los huercos y mucho que platicar. Dice Anacleto
—Qué bonito país, qué buenas chambas, y el pipirín ni se diga.
Pero lo que nos gustó más es que son muy religiosos en los EEUU. Recorrimos toda la costa de sur a norte y fíjense nomás cuántos pueblos y ciudades tienen nombres de santos y santas; San Francisco, San Juan de Fuca, Santa Clara, Santa María, San José, Santa Susana, San Blas, San Juan Capistrano, Los Ángeles, San Diego y hasta a nosotros nos pusieron nombres de santos cuando nos echaron a Tijuana, a mí San Abagan y a mi primo San Ababich.
Cortesía del taller literario del escritor Miguel Méndez. Tucsón, Arizona. University of Arizona.
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