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Sarmiento y Freud expresan la tensión entre el individuo y la civilización como una de utilidad y compromisos sociales.  Pero parece que esto sería reducir la vida humana a discretos actos de supervivencia.  Considerando a  ambos autores como comentaristas sociales y proponentes del proyecto de la civilización, postulo que la civilización actúa como una negación del individuo en cuanto que lo afirma como un constituyente. 

ENSAYO

Sarmiento

Imágenes: Internet

 

Por Maximiliano Rodríguez

mrodriguez59@csustan.edu

-Trabajo para el curso “Literatura y civilización de Hispanoamérica I” California State University, Stanislaus.  Otoñ0 2017

Día de publicación: 24-febrero-2018

“Una buena parte de las luchas de la humanidad se centra alrededor de la única tarea de encontrar un acomodo conveniente -uno, es decir, que traerá felicidad- entre este reclamo del individuo y los reclamos culturales del grupo; y uno de los problemas que afecta el destino de la humanidad es si tal acomodación puede ser alcanzada por medio de alguna forma particular de civilización o si este conflicto es irreconciliable”—Sigmund Freud, El malestar en la cultura p. 73
  • 1 Introducción al problema y los autores

Sigmund Freud puede representar la culminación del pensamiento europeo en la era moderna, nace en 1856 en la república checa y fallece en 1939 en Inglaterra.  En su puesto de neurólogo trató de encontrar un remedio al trauma sufrido por sus pacientes.  En 1895, junto con su compatriota Josef Breuer, publica  Estudios en histeria, en donde discute sus teorías de enfrentar trauma del pasado para ayudar a un paciente a liberarse de las neurosis (bibliography.com).  Hereda toda la tradición, incluso el descontento, de la vida europea,  la cual se caracteriza mayormente, a hecho del privilegio del sujeto, el “yo” que enfrenta el mundo afuera de sí sismo.  El sujeto, como lo trata Freud y los círculos intelectuales europeos, siempre se encuentra retirado de su mundo, y especialmente comprometido en cualquiera comunidad en que se encuentre. Freud  presenta el problema enfrentando la civilización europea: hay un conflicto entre los intereses del individuo y los de la comunidad en general.  Nos preguntamos si hay remedio para este descontento del individuo en medio de la civilización o si deberíamos regresar al estado primitivo, el de barbarie.

Domingo Faustino Sarmiento funcionó como el portavoz de los inmigrantes europeos en las pampas de Argentina.  Según su nombre, Sarmiento es un descendiente de los europeos que colonizaron el continente de América del Sur.  Nació en 1811 en San Juan, Virreinato de Río de la Plata (ahora Argentina) y falleció en 1888 en Asunción, Paraguay.  Durante su vida sirvió como un educador, estadista, escritor, incluso como presidente de Argentina de los años 1868-1874.  En su reino de presidente estableció las estructuras que luego se prestarán a fomentar la educación pública, estímulos al crecimiento del comercio y agricultura, y fomentación del desarrollo del transporte y  la comunicación rápidos (britannica.com).  Como escritor, a Sarmiento se le recuerda por su obra sociológica-biográfica Civilización y barbarie publicada en 1845 “en El Progreso, diario de Santiago, durante su exilio en Chile” (Garganigo 245).  Esta obra se manifiesta como un llamado a la industrialización y la urbanización en oposición a la cultura de los gauchos de las pampas argentinas.

En ambos autores encontraremos esta tensión entre el individuo y la civilización.  Esta tensión se manifiesta en la obra de Freud como el individuo en medio de la civilización que aún pide más de ella, por ejemplo, que no sea tan represora de los instintos que Freud considera integral del ser humano.  Sarmiento, en vez de un empuje de las represiones de la civilización, habla en contra de la cultura de los indígenas y gauchos y promueve la integración argentina al mundo civilizado al estilo europeo.  A través de una comparación de estas dos obras, una europea—es decir, que proviene desde el centro de la civilización—y la otra latinoamericana—que aún no está civilizada—voy a localizar lo que sacrifica el individuo para ser aceptado como parte de una civilización y si eso es suficiente para sentirse contento con la vida civilizada.

Civilización y barbarie está estructurada como una novela, se centra en la vida del personaje ficticio Facundo Quiroga.  Prestando atención a los capítulos uno y tres, que suenan más como ensayos románticos llenos de descripciones del país y fisonomía del terreno, así como de la naturaleza humana, formamos una idea por qué Sarmiento promueve la modernización e industrialización—es decir, la civilización—de Argentina.  Contrastaremos lo romántico de Sarmiento con lo analítico de Freud.  El fundador del psicoanálisis, Freud, se dedica a confrontar las problemas psíquicos del individuo.  Utilizando el capítulo tres de su El malestar en la cultura, en donde describe precisamente lo que quiere significar la civilización para el canon académico europeo, se revela que la civilización es siempre un compromiso del individuo a su comunidad.  Entonces, ambos escritores presentan el problema de ser civilizado o no, lo que nos queda es investigar si es en esta tensión que queremos vivir—y vivir felices.

  • 2 Análisis de Civilización y barbarie

Vamos a tomar en cuenta el primer y tercer capítulos de la obra, respectivamente,  se llaman “Aspecto físico de la República Argentina y caracteres, hábitos e ideas que engendra” y “Asociación. La pulpería”.  El primer capítulo se trata de cómo el terreno argentino necesita ser domesticado propiamente, cómo ha fallado el indígena o el gaucho en utilizar la tierra, y cómo ayudará la implementación de la civilización europea.  El tercero está lleno con más detalle sobre lo que fue presentado en el primero.  Se enfoca en el porqué de la socialidad humana—por qué es que los hombres se juntan en la pulpería, por qué se salen de casa, a qué serviría un gobierno nacional.  Al final de nuestro análisis tendremos una idea sobre la tensión que Sarmiento quiere erradicar y cómo quiere promulgar esa erradicación.

Sarmiento abre la obra con una descripción del paisaje argentino de estilo romántico.  Describe toda su belleza e inmensidad, pero cómo es que, sin embargo, le presenta un problema inmenso con el terreno.

El mal que aqueja a la  República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes, y se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son por lo general, los límites incuestionables entre unas y otras provincias.  Allí, la inmensidad por todas partes: inmensa la llanura, inmensos los bosques, inmensos los ríos, el horizonte siempre incierto, siempre confundiéndose con la tierra, entre celajes y vapores tenues, que no dejan, en la lejana perspectiva, señalar el punto en que el mundo acaba y principia el cielo, (23).

Uno puede detectar las influencias románticas de Sarmiento en el detalle y atención que usa para representar la naturaleza, un estilo heredado de los fines del siglo XVIII.  Aquí, en medio de las llanuras, uno se siente incómodo, aislado, solo y enfrentando un mundo tan grande.  Esto, por supuesto, es una ocurrencia totalmente europea, porque los indígenas no tienen el sentido de estar completamente separados de la tierra, enfrentándola como un objeto o como un problema que se tiene que conquistar antes que el mundo conquiste al ser humano.

Sarmiento describe la inseguridad que enfrenta el hombre en el campo como una totalmente diferente de la del hombre de la ciudad.  “Si no es la proximidad del salvaje lo que inquieta al hombre del campo, es el temor de un tigre que lo acecha, de una víbora que puede pisar,” (24).  Esto inscribe en el carácter argentino, para Sarmiento, una “cierta resignación estoica para la muerte violenta” (24).  Esta resignación para la muerte no la caracterizará como una posición tomada por el hombre civilizado, mucho menos por la civilización propia.  Entonces, hay, para Sarmiento, algo en la civilización que tiene el deseo y el poder de conquistar la naturaleza.

Caracterizando la civilización con este deseo de modificar la naturaleza para la sobrevivencia del hombre, Sarmiento nos dirige a otra diferencia entre la ciudad y la pampa, o el campo:

Lo que por ahora interesa conocer, es que los progresos de la civilización se acumulan en Buenos Aires solo: la pampa es un malísimo conductor para llevarla y distribuirla en las provincias, y ya veremos lo que de aquí resulta…Nuevo elemento de unidad para la nación que pueble, un día, aquellas grandes soledades, pues que es sabido que las montañas que se interponen entre unos y otros países, y lo demás obstáculos naturales, mantienen el aislamiento de los pueblos y conservan sus peculiaridades primitivas, (26).

Mantiene que la civilización no se puede establecer en la pampa.  Aunque la civilización ha llegado a las ciudades, como Buenos Aires, las montañas entre los países, las llanuras tan llenas de soledad obstruyen la civilización de llegar y transformar la pampa.  Hay, entonces, que identificar lo que, en las llanuras, impide la civilización.

Sarmiento nota, además,  cómo el paisaje de la pampa apoyó al despotismo.  “Muchos filósofos han creído, también, que las llanuras preparaban las vías al despotismo, del mismo modo que las montañas prestaban asidero a las resistencias de la libertad,” (26).  La inmensidad de la pampa resaltó la inseguridad del hombre, inspirando el esfuerzo del individuo contra la naturaleza bruta, y de ahí, el esfuerzo del individuo contra su compatriota, el individuo ya hambrientos de poder.  Como las llanuras forman una gran parte de la fisonomía argentina, Sarmiento establece que, por esta razón la vida en Argentina se presta a dos modos de civilización: uno, el europeo, de la ciudad, y el otro, el bárbaro, de la pampa y la soledad de las llanuras.  “Así, en materia de caminos, la naturaleza salvaje dará la ley por mucho tiempo, y la acción de la civilización permanecerá débil e ineficaz,” (26).

Con estas dos opciones, de la civilización o la barbarie, la vida en Argentina requiere una fuerza administrativa, una de razón, o más bien de reglas y costumbres.  “Así es como en la vida argentina, empieza a establecerse por esta peculiaridades, el predominio de la fuerza brutal, la preponderancia del más fuerte…la justicia administrada sin formas y sin debates,” (27).   Sarmiento mantiene que por falta de adoptar la civilización europea, o lo que es lo mismo, su forma de implementación, el gobierno argentino tuvo que recurrir a una forma de gobierno semejante al autoritario.  Esto sería una imposición formal de los europeos a los argentinos.

Los argentinos quienes no son de línea europea sino indígena o mestizo, dice Sarmiento, están ocultos a las normas de la “civilización” propia. “Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestran incapaces, aun por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido.  Esto surgió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido,” (28).  La civilización, o más bien, el desarrollo de la civilización, requiere mucho trabajo del hombre: alguien tiene que pavimentar el camino, cortar los árboles y matorrales, construir los hogares e iglesias.  Pero cómo esta forma de civilización era una extranjera para los americanos, no tenían el ánimo de construir una civilización nueva, a parte de lo suyo.  Con ese fin en mente, los europeos importaron los esclavos desde África para cumplir el trabajo requerido para establecer sus formas de civilización, construido sobre las espaldas de los esclavos.

Sin importar que esta forma de civilización es una extranjera a los americanos/argentinos, Sarmiento reclama que la ciudad, y no la pampa, es la marca definitiva de la civilización americana.  “La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea; allí están los talleres de las artes, las tiendas del comercio, las escuelas y colegios, los juzgados, todo lo que caracteriza, en fin, a los pueblos cultos,” (29).  Entonces Sarmiento quiere decir que la marca de la civilización es la ciudad, y la de la ciudad la asociación de ciudadanos en las tiendas, escuelas, y otros lugares públicos.  Estos lugares públicos se encuentran en la ciudad y no en la pampa, una lástima según Sarmiento.

Para concluir el primer capítulo, Sarmiento repite la demarcación de lo que quiere significar ser civilizado.  “Este hábito de triunfar de las resistencias, de mostrarse siempre superior a la naturaleza, desafiarla y vencerla, desenvuelve prodigiosamente el sentimiento de la importancia individual y de la superioridad,” (33).  En resumen, la civilización se define como la maestría del individuo sobre la naturaleza, cuya implementación encuentra dificultad en la pampa por falta de exposición a la ciudad.  Esta es la tensión que Sarmiento resalta en el primer capítulo de su obra: el deseo para la civilización europea en el continente americano, que no la soporta; la maestría sobre la naturaleza en un paisaje donde no se encuentra; a fin de cuentas, Sarmiento se encuentra aislado en un país no suyo.

Ya hemos visto cómo el paisaje engendró la civilización (o su falta) en la Argentina.  Las estrechas llanuras no permitían un orden enfocado en construir las ciudades por falta de modos de comunicación.  Además han fomentado un gobierno autoritario que impone la ley “sin debates”, es decir, sin importar la opinión de sus ciudadanos y habitantes.  Todo esto culmina en la proclamación de Sarmiento de que las razas americanas viven en la ociosidad, que no son capaces de establecer y mantener una civilización.  Los americanos, los de la pampa, no tienen estos foros de asociación, y, al cabo, no están civilizados.

En el tercer capítulo, Sarmiento diseca la asociación de los argentinos.  Como vimos en el primer capítulo, hay una falta de asociación formal, y esta falta inspira “la justicia administrada sin formas y sin debates”, administrada entonces por medio del poder.  De este poder viene el temor que se convierte en obediencia.  La civilización, entonces, es administrada por medio del temor de la administración del gobierno.  Hay que encontrar el porqué de esta implementación del temor para investigar más esta tensión del individuo y la civilización.

Notando la falta de asociaciones formales, Sarmiento describe cómo se forman las asociaciones de la pampa.  Dice, “un labrador colinda con otro, y los aperos de la labranza y la multitud de instrumentos, aparejos, bestias, que ocupa; lo variado de sus productos y las diversas artes que la agricultura llama en su auxilio, establecen relaciones necesarias entre los habitantes de un valle y hacen indispensable un rudimento de villa que les sirva de centro,” (57).  Sin las asociaciones formales, los argentinos recurren a los rurales.  Se encuentran en el acto de sobrevivir, a veces solos, acompañados por las herramientas o animales a su alrededor.  Tan solos, las asociaciones que forman son, entonces,  lo necesario para la sobrevivencia en la pampa y no por lo culto.  En la pampa forman asociaciones sobre la labranza, la fabricación de monturas, espuelas, cantinas, y lo suficiente para la sobrevivencia.

De tales hechos, los hombres de la pampa tienen una orientación distinta al de la ciudad.  Sarmiento nos informa, “El caballo es una parte integrante del argentino de los campos; es para él lo que la corbata para los que viven en el seno de las ciudades,” (58).  Ya visto en la primera cita, las asociaciones están formadas a lo largo de la vida de vaquero porque es común para los habitantes de la pampa argentina.  Los hombres salen de todas partes, “salen, pues, los varones sin saber fijamente adónde,” (58) a pasear los ganados, y lo que sobra del día “el resto lo absorbe una reunión en una venta o pulpería,” (58).  Junto a sus compañeros, andando de ventas, el argentino fraterniza y establece su presencia como un hombre de la ciudad.

Es importante recordar que esta asociación en la pulpería, de un vaquero al otro, no es una formal, como las de la ciudad sino una accidental.  No se asocian para cumplir con la agenda del jefe, las demandas de la compañía, pero para su sobrevivencia.  “Esta asociación accidental de todos los días viene, por su repetición, a formar una sociedad más estrecha que la de donde partió cada individuo, y en esta asamblea sin objeto público, sin interés social, empiezan a echarse los rudimentos de las reputaciones que más tarde, y andando los años, van a aparecer en la escena política,” (58).  Sarmiento indica que aquí, en las pulperías de la pampa, donde practican los gauchos el comercio y la asociación, están las semillas de la civilización, la escena debe desarrollarse en la sociedad pintoresca del sueño colonial europeo.

Sarmiento reconoce que hay mucho trabajo en Argentina, indica que “Hay una necesidad, para el hombre, de desenvolver sus fuerzas, su capacidad y ambición, que, cuando faltan los medios legítimos, él se forja un mundo con su moral y leyes aparte,” (59).  Sarmiento no se da cuenta que este logro de forjar el mundo casi siempre implica la conjunción de la moral con las leyes; al cabo, está escribiendo en Argentina, criticando la falta de civilización del estilo europeo, por medio de su moral europea, y tratando de instalar una administración de leyes no auténticas a la región.  Por eso la administración del gobierno es un fracaso, necesitando el medio del temor para obtener la obediencia de los habitantes.

Refiriéndose una vez más al gobierno autoritario, Sarmiento indica cómo el gobierno administra la justicia a través del temor, es decir “sin formas y sin debates”.  Para que los argentinos cumplan con las demandas de los oficiales extranjeros y soporten el sistema de gobierno importado desde Europa “el Gobierno echa mano de los hombres que más temor le inspiran, para encomendarles este empleo, a fin de tenerlos en su obediencia,” (60).   Que la civilización es, a fin de cuentas, un proyecto de domesticación del hombre “salvaje”, no es una sorpresa, pero sí debemos notar el uso explícito y maquiavélico del temor para civilizar a los habitantes de un país.

Entonces se impone el orden europeo sobre los argentinos.  La implementación no hubiera tenido éxito si no fuera por el temor porque los argentinos lo habrían rechazado.  Los únicos puestos de la civilización eran las pulperías en donde los vaqueros ponían de venta sus ganados o los instrumentos necesarios para la vida en la pampa—asociaciones “accidentales” según Sarmiento.  A fin de cuentas, Sarmiento desea reconciliar las vidas dispares del hombre de la pampa argentina con la de la ciudad europea—un deseo que se cumplirá inculcando un profundo temor en los argentinos.

 

sigmund-freud

 

  • 3 Análisis de El malestar en la cultura

Aquí vamos a analizar el tercer capítulo de la obra de Freud, el capítulo en donde, de forma más plana, analiza y disecciona la función de la civilización.  Propone que sirve a dos fines: proteger a los humanos de la naturaleza y ajustar las relaciones entre los individuos.  Para cumplir éstos, descubriremos que la civilización sirve para establecer la relación entre asociaciones humanas, y para modificar el instinto/el comportamiento del individuo rodeado por otros.  Freud además entiende que las asociaciones se gestan para alejarnos del sufrimiento—con un esfuerzo colectivo podemos paliar lo que nos llega en la soledad.

El capítulo abre con la disección del sufrimiento humano.  Freud, como psicoanalista, quiere derivar las inquietudes sociales de la forma humana.  Dice, “El sufrimiento viene de tres fuentes: la superioridad de la naturaleza, la debilidad del cuerpo humano, y la inquietud que resulta de regular nuestras relaciones dentro de la familia, el estado y la sociedad,” (57).  Las primeras fuentes dan sentido a por qué los humanos tienen el deseo de juntarse en sociedades para enfrentar la naturaleza con la fuerza numeral.  Freud localiza la tensión entre el individuo y la civilización como una esencial, es decir que hay algo dentro del ser humano que no se quiere prestar a ser parte de una colectividad, una familia, un estado o una civilización.

Para mantener un análisis completo y exhaustivo, Freud luego define lo que se quiere decir con la palabra “civilización”. “Estaríamos contentos en decir que la palabra ‘civilización’ describe la suma de los logros y regulaciones que distingue nuestras vidas de las de nuestros ancestros animales los cual sirve dos propósitos—es decir, proteger a los humanos de la naturaleza y para ajustar sus relaciones mutuas,” (62). Freud elige la separación del ser humano del resto de los animales como la muestra de la civilización humana, representada por la protección de nuestros cuerpos y la regulación de las relaciones entre individuos.  Entonces Freud diría que las casas y las leyes forman parte de lo que se llama “la civilización”.  Aquí nos topamos con la cuestión de las diferencias en estilo, por ejemplo las formas de las casas no es la misma en los Estados Unidos de América que como en México, ni son iguales en California que como en Hawái!

Con la cuestión de estilo, entramos al reino de lo culto.  Lo culto lo veremos cómo en una cultura, una entidad de gentes utiliza la tierra a su alrededor. “Reconocemos lo que son propiamente del reino culto las actividades y recursos que son útiles al ser humano para que la tierra funcione a su servicio, para protegerlo de las fuerzas violentas de la naturaleza, etc.,” (63).  Lo culto de la raza humana, diría Freud, heredero de la tradición instrumentalista europea, se encuentra en cómo el ser humano se protege de las fuerzas naturales destructivas.  Pero aquí deberíamos preguntarnos si de veras ¿el total de la vida humana es persiguir actividades y herramientas para prolongar nuestras vidas?

Además de transformar la tierra con herramientas y actividades útiles, pedimos algo que excede la utilidad.  Freud da ejemplos de los jardines que sirven en el pueblo como patios de recreo, de las flores puestas en los antepechos de las casas pintadas.  “Pronto observamos que esta cosa inútil que esperamos que la civilización valore es la belleza,” (67).  Y, sin esta valoción de la belleza, ¿dónde estaría la civilización europea?  Obviamente la belleza era invaluable según las historias del arte, exploración y colonialismo.  Los europeos viajaron a paisajes muy lejanos para encontrar las flores cuya belleza superó las de Europa, minerales y gemas para ornamentar las coronas de sus monarcas; la apreciación del arte se encuentra en las sociedades helenísticas de los años 323-31 antes de Cristo.  La civilización se manifiesta, entonces, en más que la utilización de la tierra.  También esperamos la limpieza y el orden; por ejemplo, diríamos aun del pueblo de Shakespeare, cuando leemos que enfrente de la casa de su papá en Stratford había un montón de mierda, que este era un pueblo “bárbaro”.

Con la buena estima de la belleza, la limpieza y el orden, Freud encuentra la vida mental del ser humano.  “No hay un rasgo más que caracteriza la civilización como su estima y ánimo de las actividades mentales superiores del ser humano—sus logros intelectuales, científicos y artísticos—y el papel principal que asigna a las ideas en la vida humana,” (69).  Estos logros son aparentes igualmente en las historias referenciadas más arriba: la del arte, de exploración, y en vez del colonialismo podemos citar la revolución científica.  ¿De qué consiste la civilización humana sino, a lo más del invento de herramientas, la estatua de David, el retrato de la Mona Lisa, el desarrollo del método científico tal como los círculos de filosofía y literatura?

Bueno, pues, ya que definimos lo que significa la civilización, Freud dirige el análisis hacia el comportamiento humano.  “Hay todavía que analizar la manera en que las relaciones del ser humano son reguladas—relaciones que afectan una persona como un vecino, una fuente de ayuda, el objeto sexual de otra persona, o como un miembro de una familia y de un Estado,” (71).  En efecto, los primeros rasgos de civilización se presentan cuando hay regulaciones de relaciones sociales.  Sin estas regulaciones, las relaciones serán sujetas a la voluntad del individuo, es decir, el más poderoso sería quién decide y regula las relaciones, probablemente a su favor.

De hecho, la comunidad supone regulaciones al comportamiento de los individuos constitutivos.  “El poder de esta comunidad es propuesto como lo que es ‘justo’ en oposición al poder del individuo, el cual es condenado como ‘fuerza bruta’.  Este reemplazo del poder del individuo por el de la comunidad constituye el paso decisivo hacia la civilización,” (71).  Este paso consiste en la restricción de la comunidad que el individuo no reconoce, por ejemplo, Donald Trump, cuando vea a una mujer bella, la enfrenta y la empieza a besar porque, según él mismo dice, cuando seas famoso “te dejan hacer lo que quieras” (Nelson).  Trump sirve aquí como un hombre aún no civilizado porque los demás de los hombres no se comportan tan brutos y graciosos como él, no porque no somos famosos pero porque tenemos respeto para las mujeres y seres humanos en general que no andamos tirándonos a los labios de mujeres bellas sin primero establecer un pretexto según la ley implícita de nuestra civilización.

Al final de estas regulaciones debería reinar una comunidad “civilizada”.  En esta comunidad todos serán sujetos a la ley sin excepción.  “El resultado final debe ser un imperio de la ley al que todos—salvo los que son incapaces de entrar en una comunidad—han contribuido por un sacrificio de sus instintos, lo cual deja nadie—con la misma excepción—a merced de la fuerza brutal,” (72).  La excepción de Freud es clave: los que son incapaces de entrar en una comunidad no se deben permitir.  ¿Pero, qué pasará si alguien nace en la comunidad, hereda sus leyes y costumbres,  y, en el primer caso, todavía están descontentos, o, en el segundo, rompen las leyes?

Freud responde de manera preventiva a nuestra pregunta.  La pregunta implica la existencia del individuo que está en desacuerdo con la comunidad.  Porque hay en el individuo ciertos instintos de proteger su existencia, hay medios para utilizar herramientas a  fin de construir abrigaderos, incluso el de procrear, “Reconocemos, a este punto, la semejanza entre el proceso de civilización y el desarrollo de la libido del individuo,” (74).  La civilización, quiere decir Freud, deja que el individuo desarrolle sus instintos de la  libido porque aportan a la existencia del individuo, quien, a su vez, aporta la de la civilización.  Pero para ser aceptado por la comunidad, como hemos visto, hay que seguir las leyes que a veces están en contra de los instintos del individuo, como en el caso de Donald Trump.  A este fin, Freud nota la sublimación del instinto.

Hay que sublimar los instintos, es decir, manejarlos a diferentes manifestaciones.  Por ejemplo,  si alguien tiene el instinto de excesiva agresividad se enlista en ser un soldado; si alguien tiene el instinto de la libido en exceso se aspira a ser un actor de películas pornográficas.  Freud define la sublimación como “la tarea de cambiar los objetivos instintivos de tal manera que no puedan enfrentarse a la frustración del mundo externo,” (48).   La sublimación habilita que el individuo satisfaga sus deseos instintivos mientras contribuye, o por lo menos, no cause problemas, al proyecto de la comunidad.  Nota además, “uno gana más si uno puede aumentar suficientemente el rendimiento del placer de las fuentes del trabajo físico e intelectual,” (48) que es decir que si hay otra satisfacción además que satisfacer el instinto, como contribuir a la civilización, esto aumenta la gratificación de satisfacer ese instinto.  Con la sublimación lo bueno para el individuo es lo bueno para la civilización.

Con esta frase, Freud concluye su capítulo: “Es imposible pasar por alto el grado en que la civilización se construye sobre una renuncia al instinto, cuánto presupone precisamente la no satisfacción (mediante supresión, represión, o algún otro medio) de poderosos instintos,” (75).  Entonces, para Freud la civilización representa la tensión entre el individuo y los demás.  Si todo va bien, esta tensión se manifiesta como una sublimación del instinto, que funciona para la comunidad y, al mismo tiempo, para el individuo, y no como un estallido violento de energía libida insatisfecha.

  • 4 Comparación 

Los imágenes de la civilización propuestas en ambas obras fueron el triunfo de la sociedad europea.  Ambos autores presentaron una imagen de la civilización como un vencimiento del mundo natural y, con diferentes articulaciones, como una absorción del individuo en la comunidad.  Uno puede observar, aplicando la teoría de Freud a la obra de Sarmiento, que es un ejemplo de la sublimación.  En lo que sigue voy a comparar las semejanzas entre los autores.

Ambos presentan la civilización, primeramente, cómo el humano conquista la naturaleza y la utiliza para sus propios fines.  En el caso de Sarmiento, quiere promover el desarrollo de la utilización de la naturaleza, se encuentra en un país todavía rural, aún contaminado con los gérmenes de la civilización.  Aquí nos podemos preguntar si, antes del contacto con el europeo, había en la Argentina una manera en que el ser humano calmó sus inquietudes tal que no tuvo que tener el recurso de la civilización al estilo europeo.  De tal manera empezamos nuestra comparación.

Freud y Sarmiento definen la civilización como una conquista de la naturaleza, una grieta entre el sujeto y el objeto.  Freud, quien escribe unos noventa y cuatro años después de Sarmiento, teoriza que el sufrimiento viene de la superioridad de la naturaleza para el ser humano.  De este sufrimiento, el ser humano tiene la necesidad de transformar la tierra para asegurar su existencia.  Sarmiento nota que este sufrimiento se manifiesta en la inseguridad de la vida del hombre en la pampa que, sin cuidado, puede pisar una víbora o ser acechado por un jaguar.  ¿Cómo puede ser que un hombre, es decir, un organismo de la tierra, tiene el sentido de ser aislado del contexto de que proviene?  ¿Podría ser el caso que el hombre europeo se caracteriza por esta inseguridad de la vida y la ansiedad de producir soluciones para impedir su fallecimiento?  Incluso, ¿si la civilización europea ha construido casas, protecciones de la fuerza bruta de la naturaleza, desarrollado la ciencia para prolongar la vida humana, por qué reina aún  el malestar? Tal vez, como nos indica Freud con los ejemplos de la belleza, limpieza y el orden, hay algo más que pedir a la civilización, más que el uso de herramientas y el orden se requiere el sentido de pertenecer al mundo—no ajeno ni aislado de él.

Se nota, además, una semejanza entre la autoridad de la comunidad.  Sarmiento habla del uso del temor y la “justicia administrada sin formas y sin debates” para adquirir la obediencia del individuo tal que lo privilegie a  los intereses de la comunidad y no a los del individuo.  Freud propone que la civilización debe servir para proteger a todos de la fuerza bruta de la naturaleza con la condición que todos suscriban y acepten las leyes impuestas por la comunidad, que no permitan la tiranía de los instintos de la libido sino la sublimación de ellos a formas productivas para la comunidad.  El éxito de esta sublimación se encuentra en la obra de Sarmiento.  La inquietud que se sufre por no vivir en un país modernizado se convirtió en el desarrollo de la capacidad creativa que produjo esta obra literaria, la cual funcionó para conmover la integración de la Argentina al mundo moderno.  La civilización entonces se caracteriza por la sublimación de, además de los instintos, el ser del individuo a uno funcional dentro de la comunidad.

  • 5 Conclusión

En resumen, concluimos que ambos autores expresan la tensión entre el individuo y la civilización como una de utilidad y compromisos sociales.  Pero, por mi parte, parece que esto sería reducir la vida humana a discretos actos de supervivencia.  Ya que podemos ver a Sarmiento y Freud como comentaristas sociales y proponentes del proyecto de la civilización, podemos postular que la civilización actúa como una negación del individuo en cuanto que le afirma como un constituyente.  Este es el estado del mundo moderno.  Lo que queda para cada individuo es la cuestión de estar satisfecho con esta definición y administración de la civilización.

Si toda la vida humana se puede reducir a la sobrevivencia, estaríamos contentos con la civilización, pero, cómo indica Freud, hay algo que excede a la utilidad que esperamos de la sociedad y, por lo tanto, de la vida humana.  En esto nos ayudará el concepto de la sublimación.  Tendremos que manejar nuestros instintos para convertirlos en formulaciones socialmente aceptables de la ansiedad para sobrevivir y obtener el mayor placer de nuestra supervivencia.  La tensión, entonces, se encuentra en articular esta ansiedad en una forma que expone la belleza…

Obras citadas
Editores de Biography.com. “Sigmund Freud Biography.com.” The Biography.com Website, A&E Television Networks, n/a, www.biography.com/people/sigmund-freud-9302400.
Editores de la Encyclopedia Britannica. “Domingo Faustino Sarmiento.” Encyclopedia Britannica, 20 July 1998, www.britannica.com/biography/Domingo-Faustino-Sarmiento.
Freud, Sigmund.  Civilization and Its Discontents. New York, N.Y.  W.W. Norton & Company, Inc. 2010. PP 48, 57-75.
Garganigo, John F. et al. Huellas de la literatura hispanoamericana. Upper Saddle River, New Jersey. Pearson Education, Inc. 2002. PP 245-6.
Libby Nelson.  “Grab ‘em by the pussy’: How Trump talked about women in private is horrifying”.  Vox.com. October 7, 2016
Sarmiento, Domingo F. Facundo o Civilización y barbarie. Caracas, Miranda, Venezuela. Biblioteca Ayacucho.  1977. PP 23-38, 57-78.
Shumway, Jeffery. “Juan Manuel De Rosas.” Oxford Bibliographies, 30 Sept. 2013, www.oxfordbibliographies.com/view/document/obo-9780199766581/obo-9780199766581-0069.xml.

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