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Hubo de todo, lecturas provocadoras, propuestas disyuntivas, metáforas imaginadas, perfomances sacramentales, groseras memorias, leperadas respetuosas, reconocimientos esperados, la presencia de José Agustín, el escritor de la literatura “de la onda”, y la invitada de honor que reúne esta fiesta de locura y creación: la palabra escrita.
CRÓNICA
El público, lectores, autores, entusiastas de las letras siempre fieles a este evento tradicional cuyo centro es la creación literaria. Celebrado del 1 al 4 de junio en Hermosillo y las playas de San Carlos, Guaymas. Imágenes cortesia del autor
Por David Alberto Muñoz
—Espercial para Culturadoor.com desde Hermosillo, Sonora, México—
Día de publicación: 8-Junio-2011
Hermosillo, Sonora, México.- Todos los años la emoción de asistir a “Horas de Junio” provoca un estado anímico muy particular. El corazón parece latir más fuerte, la sangre se apresura a caudales por las venas del cuerpo. En el rostro, una sonrisa de oreja a ojera refleja una clara necesidad de compartir el texto escrito. Uno a uno, escritores provenientes de todas partes de la republica mexicana y el extranjero acuden a una plataforma creativa dentro de la zona fronteriza de México-Estados Unidos. Es hermoso el ver a compañeros que ya conoces desde hace muchos años. Y parece increíble pensar, que este fue el XVI Encuentro Hispanoamericano de Escritores. Sólo aquellas personas que organizan eventos culturales saben lo difícil que puede ser sobre todo cuando el número de participantes crece año con año.
Esta vez, no fue la excepción. Las letras encontraron nuevamente la libertad de la creación ante un marco de amistad y confraternidad. Poetas y narradores descubrieron que la palabra escrita cobra vida cuando los lectores la leen mientras los músicos tocan y los artistas presentan su trabajo con el deseo de ser escuchados.
Hubo de todo, lecturas provocadoras, propuestas disyuntivas, metáforas imaginadas, perfomances sacramentales, groseras memorias, leperadas respetuosas, reconocimientos esperados, la presencia de José Agustín, el escritor de la literatura “de la onda”, y la invitada de honor que reúne esta fiesta de locura y creación: la palabra escrita.
La ciudad estaba caliente, literalmente vibraba con la voz ardiente del sol sonorense desaforando diptongos, acentos, signos de admiración. Todos nos movíamos con la rapidez de disfrutar de unos días donde olvidamos que el mundo existe, y sólo la creación literaria nos da aire para seguir respirando. Es curioso, todos nosotros con nuestros egos bien puestos deseamos crear, buscamos la avenida de la inspiración para gritarle al mundo que estamos vivos, que lloramos y reímos como cualquier ser humano, que nuestras experiencias pertenecen a la compleja existencia humana y que al final de cuentas nuestras voces quizás terminen en nuestros libros para que generaciones por venir descubran que antes de llegar ellos, ya existían escritores.
Las imágenes atraviesan mi mente, las reuniones en los bares, los detalles chuscos, las pláticas privadas, los últimos chismes, las recientes publicaciones, los abrazos y saludos, las risotadas, el bello mar de San Carlos, y el calor de amistad que reinó durante todo el encuentro.
En esta ocasión ya sentí a Sonora mía, el cerro de la campana sólo volteó a verme sonriendo, ya como vemos a nuestro vecino, con familiaridad, con esa llaneza provocada por el constante nutrir de palabras escritas en madrugadas solitarias, donde se encuentra solamente el escritor, la pluma y el sentimiento. Sonora me despidió con carne asada y cervezas, con mariscos y tequila, con la promesa de permanecer mientras exista el deseo de decir algo por medio de la palabra escrita.
Muchas gracias Sonora, nos vemos en la próxima.
© David Alberto Muñoz
“Horas de Junio” rindió tributo a José Agustín, izquierda, el autor que revolucionó las letras latinoamericanas con un nuevo estilo de narrar, uno de los creadores de “la literatura de la onda”. A la derecha, Raúl Acevedo, coordinador general del evento auspiciado por la Universidad de Sonora.
