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NARRACIÓN

CRUZABAS AVENIDAS Y ESQUINAS ESPERANDO LA SEÑAL DE WALK, CUIDÁNDOTE A TI MISMO COMO SE CUIDA EL UNIVERSO, HASTA ENCERRARTE EN TU GUARIDA DEPARTAMENTAL.

-Fragmento del Capítulo III-

POR MANUEL MURRIETA SALDÍVAR

Por eso, cada fin de semestre, cada noviembre en Fall y cada abril en Spring, era urgente retraerse, enfocar energías y materia gris, a veces con disfrute, a veces con dolor, a fin de redactar el contenido de esas hojas en el acto o en unos días. Elaborarlas sin ninguna excusa, lentamente o de manera intempestiva, a mano o en computadora, sin pretextos, a como diera lugar. Porque la muerte del calendario, con todos sus cierres, clausuras y fechas límites, aparecía inminente, siempre siempre inminente como la caída diaria del sol o de tus fuerzas que se fueron envejeciendo. Iniciabas primero sintiéndote en confianza, como algo normal e intrascendente.

—Está fácil, me la echo de volada.

Desfilaban después ideas sin ton ni son, sin orden ni concierto, murmurándolas en silencio o con leves sonidos guturales, auto-convenciéndote. Dejabas pasar los días con el mundo cayendo como un marro; en ocasiones surgía una duda iracunda, un piquete nervioso, porque por más vueltas y vueltas que le dieras al asunto, no aparecía el clic que activara el proceso de escritura. Entonces te jalabas los pelos, de vez en cuando te mordisqueabas las uñas, encendías la tele o la radio como medidas de escape, hacías llamadas telefónicas a quién sabe quién pretextando que así, en esos resquicios de la vida más banal, te invadiría la idea anhelada, el impulso motor.

En efecto, de un instante a otro, tarde o temprano, terminabas siempre definiendo el tema. De inmediato procedías a seleccionar las teorías, a elaborar los marcos teóricos más coherentes para salir del paso y poder así acercarte un poquito a lo que tú y yo tanto anhelamos. Luego tomabas aire, suspirabas profundo para plantear la hipótesis, que invariablemente debía ser muy original, de acuerdo a tu control de calidad, cosa que en ocasiones no resultaba tan difícil. Portando el tema y tu hipótesis como un tesoro, gastabas después incontables horas, días enteros, dentro de las bibliotecas babilónicas, estantes de revistas y material de referencia, el lujo de tener al alcance pasillos laberínticos atestados de libros, anaqueles movidos electrónicamente, catálogos computarizados en segundos, documentos y textos infinitos en orden alfabético, los más raros, los únicos, los inconcebibles, de todos los siglos, de todos los continentes, al alcance de tus manos, de tus ojos… un viaje al paraíso.

Posteriormente, con todas tus anotaciones y consultas resguardadas en tarjetas, en cuadernos de notas y en el almacén insuperable de tu memoria, protegiendo toda esa información como se cuida el dinero en un camión de bienes bancarios, dejabas el recinto sin mirar a nadie. Y mientras alrededor percibías borrosamente las blusas entalladas de las gringuitas, o el menú del restaurante del Student Center, atravesabas y salías del campus en putiza. Cruzabas avenidas y esquinas esperando la señal de walk, cuidándote a ti mismo como se cuida el universo, hasta encerrarte en tu guarida departamental. Solito, ahí solito, vivieras con quien vivieras, siempre solo, ahora sí te ponías a garabatear bosquejos, lectura tras lectura tras lectura, silencio de monje, apareciendo los primeros borradores manuscritos. Tocaban a tu puerta, escuchabas clavados en la alberca, parejas fornicando frente a ti, olores somníferos en la cercanía, tú intentabas únicamente redactar cuartillas, darles coherencia, jerarquizar planteamientos…y la vida allá afuera queriendo succionarte. Al avanzar, tal y como te lo indicaban los maestros superiores, la ciencia oficial que sigue coqueteándote, debías de tener sumo cuidado de respetar los formalismos de la metodología, los caminos racionales de la investigación, los alarmantes, desesperantes, requisitos bibliográficos exigiéndote hasta el detalle de cómo manejar las citas de los otros sabios que en el mundo han sido—cuando se citan menos de tres líneas, insertarlas dentro del texto y no en párrafo aparte, poner entre comillas los nombres de artículos de revistas y subrayar los de libros, colocar un punto después del título de la obra y dar dos espacios antes de…Y así, rutinas más, rutinas menos, al cabo de los días, a veces semanas, ya estás, por fin ¡terminabas! ¡Sucedía el milagro del intelecto! Tu mente increíblemente realizaba otra proeza racional, aislada de todo sin saber cómo ni cuándo, sacrificando tiempos y energías preciosas para algo más poético y vivencial.

Tras un pequeño relax, documento en mano, disquetes resguardados, te retirabas de tu cuarto con los pelos parados, el aliento a veces emanando olor a tabaco, dientes amarillos por el café, portando imágenes eróticas ante la forzada represión y saciedad a medias de todos tus instintos naturales. No te la acababas, sintiendo la necesidad de esos guardaespaldas que protegen un secreto militar, te dirigías con un gusto que sólo tú comprendías a fotocopiar cuartillas, ¡ajúa!, qué maravilla, qué chingón se lee, si soy bien cabrón para esto.

—¡Ya la hice otra vez!…

Rapidito, ahora acomoda hoja por hoja, de una a una siguiendo la numeración, coloca la grapa perfectamente inclinada, en la esquinita superior izquierda del grueso do-cumento, mételo en un fólder, cuida que no se manche con café, con la ceniza del cigarro ¡cuidado! que lo puede oler el profesor asmático…todo así, bien presentable, impecable, como su contenido, antes de entregarlo al sumo sacerdote cual si fuese una ofrenda de un rito que ya quieres que se extinga.

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Más información sobre esta obra al teléfono 602-264-5011 y en: www.orbispress.com
Contacte a Manuel Murrieta: editor@culturadoor.com

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Datos del libro:
Murrieta Saldívar, Manuel. Háblame a tu regreso. 116 páginas. Serie imaginación
# 7. Editorial Orbis Press. Primera edición 2004. ISBN: 1-931139-27-X



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  2. Sep 23, 2010: CULTURAdoor » » Culturadoor 46
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